Catholic Standard El Pregonero
Clasificados

A “ser verdaderos arquitectos de la esperanza”, conminó el cardenal McElroy a los hombres y mujeres de ley en Misa Roja

El cardenal Robert W. McElroy (centro) celebra la 73ª Misa Roja anual en la catedral de San Mateo Apóstol, junto con obispos que concelebran la misa. (De izq. a der.) El obispo Michael F. Burbidge de Arlington, Virginia; el cardenal Christophe Pierre, nuncio apostólico en Estados Unidos; el diácono Robert Vince; el cardenal McElroy; el arzobispo Timothy P. Broglio de la Arquidiócesis para los Servicios Militares EEUU, quien es también presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de EEUU; y el obispo auxiliar de Washington, Juan Espósito. Foto/Sociedad John Carroll/Christopher Newkumet

A aceptar el reto de “ser verdaderos arquitectos de la esperanza” en estos críticos momentos que vive el país, conminó el cardenal Robert McElroy a las mujeres y hombres de ley, en la tradicional Misa Roja celebrada, en la catedral de San Mateo Apóstol, el 5 de octubre de 2025.

Al inicio de su homilía, el cardenal McElroy recordó que el pasado 9 de agosto, en el octogésimo aniversario del lanzamiento de la bomba atómica, celebró la misa en la catedral de Urakami en Nagasaki, Japón.

La catedral, que se encontraba en el centro del área objetivo, fue destruida casi por completo y la devastación humana fue horrible e inimaginable -indicó-. El tejido social se desintegró, primó el duelo, la desesperación e incapacidad para ver un camino a seguir para los que habían sobrevivido.

Sin embargo, cinco meses después del bombardeo, en la víspera de Navidad, la comunidad católica de Nagasaki se reunió en medio de las ruinas de su catedral, celebró misa y se dedicó a reconstruir sus vidas y esa gran catedral como símbolo de esperanza invencible.

El fundamento de esa esperanza invencible -explicó- la encontramos en la Pasión y la Cruz que es el vínculo que nos une a un Dios que ha conocido todas las formas de sufrimiento humano: físico, espiritual y emocional.

Es en ese vínculo donde encontramos el fundamento de la esperanza descrita en la primera lectura de hoy del profeta Isaías: “Los que encuentran esperanza en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como con alas de águila. Correrán y no se cansarán, caminarán y no desfallecerán”.

La esperanza no es la creencia de que todo siempre sale bien, eso es mero optimismo. La verdadera esperanza cristiana -explicó- está arraigada en el acompañamiento íntimo y afectuoso de nuestro Dios, caminando con nosotros.

La Misa Roja nos invita -asimismo- a reflexionar sobre las realidades del sufrimiento y la esperanza en nuestras vidas, así como a reconocer la adversidad y esperanza que enfrentamos hoy en el país, precisó.

“Y nos invita a hacerlo afirmando el mandato de que los hombres y mujeres de derecho son artífices de esperanza debido a su vocación.”

Abundando en mayores explicaciones, el cardenal McElroy señaló que la esperanza es la convicción de que, en los momentos de mayor sufrimiento de nuestras vidas, Dios estará siempre a nuestro lado.

Representa -además- un impulso abrumador en lo más profundo del corazón humano que no oscurece el sufrimiento del presente o del pasado, sino que encuentra en ellos un fundamento para un nuevo futuro.

El arzobispo de Washington recordó que el tema de este año jubilar, que se celebra cada 25 años, es la esperanza que “evita que la persona humana se desanime; lo sostiene en momentos de abandono; abre su corazón en espera de (gozo) eterno”.

El cardenal McElroy hizo también una medular reafirmación: “La ley es la piedra angular de la sociedad estadounidense que no está unida por lazos de sangre o una historia común, sino por las aspiraciones de nuestros Fundadores vividas con gloria, con fracaso y revisión a lo largo de los últimos doscientos cincuenta años”.

Nuestra identidad estadounidense y nuestra fuente de patriotismo es aspiracional, y esas aspiraciones, en gran medida, se reflejan en nuestra ley -recalcó-. Por esa realidad es que las mujeres y hombres de derecho tienen un papel fundamental como signos y creadores de esperanza en nuestra nación.

Al respecto, señaló tres cuestiones vitales en las que los hombres y mujeres de derecho pueden ser constructores de esperanza en estos críticos momentos.

El primero es el dramático colapso de la fe en nuestras instituciones de todo tipo. El examen benigno de la vida institucional -vital para la salud de la sociedad- se ha convertido en un instinto corrosivo para atacar a todas las instituciones importantes, lo que pone en juego la legitimidad de nuestra propia infraestructura institucional.

La doctrina social católica subraya que las instituciones gubernamentales, culturales, religiosas y económicas saludables son esenciales para el logro del bien común y el servicio para todos en el mundo en el que vivimos.

Dos elementos son vitales para lograr esa salud: el rechazo de la hipercrítica hacia la vida institucional que está socavando la capacidad fundamental de las instituciones en el Gobierno y la sociedad para servir al bien común; y, la revitalización de las fuerzas compensatorias en nuestro Gobierno y sociedad que restringen las dañinas acumulaciones de poder y delimitan su alcance adecuado.

Dirigiéndose a los hombres y mujeres de la ley, el cardenal McElroy dijo: “Ustedes, que se encuentran en el centro de esta doble conversación, al participar de manera constructiva, dialógica y caritativa, pueden traer esperanza, pueden ayudar a identificar un camino a seguir para todos nosotros”.

Otro espacio en el que pueden contribuir -como arquitectos de esperanza- es en el colapso del diálogo político y el crecimiento de la violencia política. El asesinato de Charlie Kirk y el asalto al Capitolio marcan la progresión del diálogo civil al diálogo incivil, a la fuerza y al miedo.

Vivimos en un ambiente -continuo- en el que la política es tribal, no dialógica, y en el que la etiqueta del partido se ha convertido en una abreviatura de la visión del mundo sobre los temas más volátiles de nuestra vida nacional.

Como líderes en la ley tienen el privilegio y la obligación de elevar el plano de nuestra discusión política y social, señaló al tiempo de destacar que “ningún grupo de nuestra sociedad tiene mayor capacidad para remodelar nuestro discurso político, ningún grupo tiene un llamado más profundo para traer esperanza”.

La tercera área de reflexión donde los lideres de la ley pueden traer una gran esperanza es en la inquebrantablemente necesidad de mantener a los pobres y a los más vulnerables al frente de nuestros pensamientos y acciones -acotó-. En todos los sistemas sociales y económicos, ellos están desproporcionadamente excluidos de los derechos y privilegios que son vitales para su bienestar.

E incluye nuestro sistema legal: Ya sean los acusados de delitos o los que son víctimas de delitos, o los que han resultado heridos y buscan reparación civil, las desigualdades sistémicas en nuestro sistema legal claman por una reforma.

Cada uno de ustedes -indicó- tiene la capacidad de ser un arquitecto de esperanza en este campo.

Los estudiantes de derecho, comprométanse en sus vidas a hacer personalmente que el trabajo pro-bono sustantivo y afectuoso sea parte de su vida y carrera.

Los fiscales, a menudo con una carga abrumadora de casos, vean la humanidad profundamente tanto en aquellos a quienes están procesando como en aquellos que fueron víctimas.

Los legisladores, proporcionar los recursos y procesos necesarios para hacer que los derechos legales de los pobres y la clase media sean más que teóricos.

Los abogados defensores, mantenga la esperanza en sus propias vidas incluso cuando se enfrente a la injusticia o la indiferencia.

Los jueces, forjadores de las leyes que afectan a tantos tan profundamente, dejen que la humanidad y la sed de justicia que los llevaron a la ley los sostengan y los guíen, para que la esperanza se refleje y cree en sus acciones.

Los que son maestros de la ley, eleven las mentes y los corazones de sus estudiantes siempre hacia los nobles y compasivos, en lugar de los fáciles o convenientes.

A guisa de colofón, a las mujeres y hombres de la ley, quienes participan en la misión de la justicia de Dios que Jesús anuncia en el Evangelio, les conmino a aceptar el reto de ser “verdaderos arquitectos de la esperanza, en esta tierra, en este momento, en gracia de Dios”.

El cardenal Robert McElroy fue el celebrante principal y homilista de la 73ª Misa Roja anual que concelebró con el nuncio apostólico, cardenal Christophe Pierre; el arzobispo Timothy Broglio; el obispo de Arlington, Michael Burbidge; los obispos auxiliares de Washington, Juan Espósito y Roy Campbell; y diversos sacerdotes.

Asistieron a la Misa Roja líderes de la ley, maestros y estudiantes de derecho. Los jueces de la Corte Suprema no asistieron a la misa por medidas de seguridad, lo que retraso el inicio de la celebración.

Luego de la misa, la Sociedad John Carroll honró a varios profesionales legales que brindan apoyo pro-bono a la red legal de Caridades Católicas con los Premios Legales pro-bono en reconocimiento al servicio voluntario.

El nombre de la Misa Roja, tradición que se remonta a muchos siglos atrás, proviene del color de las vestimentas litúrgicas que usan los celebrantes y el color del fuego, símbolo del Espíritu Santo.



Cuotas:
Print


Secciones
Buscar