La atención a la familia y a los jóvenes, el apoyo espiritual y de formación son los mayores retos que enfrenta la comunidad inmigrante en Estados Unidos, precisó el obispo Evelio Menjívar, en un diálogo, previo al viaje pastoral a El salvador, su tierra natal.

Hay muchas familias que todavía no se integran a la realidad de la sociedad norteamericana, mucha gente vive en guetos, marginados, prácticamente, sin integrarse a la sociedad -explicó-. Creo que la parroquia es la puerta de entrada para empezar a integrase en la sociedad, en un ambiente de confianza.

Sobre el propósito de la visita pastoral a El Salvador, realizada del 25 al 30 de enero, indicó que la región IV siempre hace un retiro anual y, este 2024, decidió hacerlo con un viaje a ese país centroamericano para exponer a los directores de los ministerios hispanos a la realidad de El Salvador.

La mayoría de los inmigrantes hispanos de la región IV, desde Wilmington hasta Richmond, son salvadoreños -recordó-. Es importante conocer la realidad de los pueblos de dónde vienen y cómo están aportando, amén de darnos la oportunidad de conocer los lugares emblemáticos de san Óscar Romero.

Al respecto, dijo que las personas necesitan relaciones, primeramente, con Dios y en nuestra propia comunidad, porque cada relación personal nos fortalece unos a otros. 

Los inmigrantes salvadoreños aportan todos los años a su país natal miles de millones de dólares, remesas que han ayudado a sacar a las familias de la pobreza y a construir mejores a viviendas, y ha dado a los jóvenes oportunidades de educarse y formarse.

En Estados Unidos, el aporte humano, y su fuerza laboral, se expresa en el dinamismo que traen los salvadoreños -destacó-. Por lo general, son emprendedores, abren pequeños negocios, en las industrias hacen los trabajos menos remunerados y hay mucho voluntariado en las parroquias, donde las comunidades hispanas son las más vibrantes de la Arquidiócesis de Washington.

Sin embargo, a pesar de los años transcurridos, la comunidad inmigrante salvadoreña no ha podido legalizar  su estado migratorio, los ‘dreamers’ y tepesianos están estancados.

Más aún, para algunos, el ‘sueño americano’ sigue siendo una aspiración por la falta de oportunidades laborales y el acceso a vivienda. El hecho que no puedan acceder a los servicios de salud, porque no tienen documentos, les obliga a posponer chequeos médicos y cuando lo hacen, a veces, es demasiado tarde.

Otro reto gran reto es el de la desintegración familiar: “Padres que dejan atrás a sus hijos y a las personas mayores y, aun, cuando consiguen traer a sus hijos, éstos tienen muchos problemas para integrarse debido a que han estado separados mucho tiempo de sus padres, lo que causa muchos problemas”.

Seguidamente, el obispo Menjívar señaló que -para hacer realidad nuestros sueños- debemos poner atención a las familias y a los jóvenes, además de brindar apoyo espiritual y formación.

Hay muchas familias que viven en guetos, prácticamente marginados, sin integrarse a la sociedad -añadió-. Creo que la parroquia es la puerta de entrada para empezar a integrarse en la sociedad en un ambiente de confianza.

“Creo también que nos hemos estancado en aprender inglés y eso es un problema si pensamos en el futuro. La gente tiene que buscar la manera de integrarse en la sociedad y, una herramienta importante, para integrarse es aprender también el idioma.”

De otro lado, indicó, la gente en El Salvador tiene que darse cuenta de que es una fuerza de desarrollo y productividad para el país. No podemos acostumbrarnos a la dependencia, ni al consumismo que condena el papa Francisco.

Las remesas que los inmigrantes salvadoreños envían -a su país de origen- debería ser un incentivo para desarrollar industrias y pequeñas empresas y no debería ser la única fuente de ingreso, porque de lo contrario nos volvemos dependientes -enfatizó-. Y creo que eso es lo que está pasando en el país, nos hemos vueltos un país consumista y no productivo.

“El salvador se ha vuelto un país de baja productividad y de alto consumismo. Y no crea dinamismo; más bien, lo que hace es estancarnos”, insistió.

En un año electoral, también, hizo énfasis en la importancia de la educación cívica, el voto, de acuerdo con nuestra conciencia bien formada, saber que hay valores esenciales, que hay que defender, como la solidaridad, la vida, la familia, la justicia misma. Si olvidamos todo eso, y buscamos solo nuestro bienestar, va a ser bastante difícil salir del subdesarrollo de la cultura del atropello en la que -a veces- vivimos.

A propósito del viaje pastoral, el obispo auxiliar reiteró que “no vamos como turistas, vamos como peregrinos, para conectarnos con los líderes de la iglesia y la gente local, con la realidad y con la cultura de nuestra gente a quienes servimos”. 

“El viajar abre la mente y abre el corazón, porque llegamos a conocer a las personas. Esa cercanía crea una conexión.”

El Salvador es conocido también por sus mártires, ha sido una iglesia sufrida, martirial, que ha dado testimonio de fidelidad al Evangelio, a los pobres, a los marginados y es importante no perder esa mística, acotó.

La tierra de san Romero ha sido regada por la sangre de mártires conocidos y desconocidos. Por lo pronto, tenemos uno canonizado y 4 beatificados, pero hay una gran lista de testigos de la fe.

En El Salvador mataron a 4 misioneras norteamericanas, hay una cercanía entre la iglesia norteamericana y salvadoreña porque nos une la sangre de los mártires, expresó. Las hermanas de Maryknoll asesinadas, durante la guerra civil salvadoreña, son Ita Ford y Maura Clarke, la monja ursulina Dorothy Kazel y la voluntaria Jean Donovan.

En la universidad José Simeón Cañas (UCA) de El Salvador también fueron brutalmente asesinados los sacerdotes jesuitas Ignacio Ellacuría (rector), Ignacio Martín Baró (vicerrector), Segundo Montes, Amando López y Juan Ramón Moreno, además de los salvadoreños Joaquín López, Elba Ramos y su hija Celina.