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La mano de obra joven que es abusada

Iván era chofer de autobús en San Salvador y ahora navega en un deshonesto mercado laboral en la capital estadounidense. Foto/cortesía/CLN)

Detrás de las estadísticas sobre robo de salario en Washington, hay un rostro real, un ser humano que llegó con muchos sueños a Estados Unidos, un trabajador inagotable, una familia que depende de ese ingreso.  

Lamentablemente los indocumentados confían y caen presa de inescrupulosos empleadores. Tienen necesidad de trabajo y saben que las oportunidades son limitadas cuando no tienen documentos de migración. Desconocen sus derechos de trabajo, tienen miedo y la mitad de ellos son explotados por empresas privadas que buscan el lucro y se burlan de la ley laboral.

A continuación dos testimonios que le ponen rostro a esta injusticia laboral que es más común de lo que se piensa.
 "Huí de las pandillas en El Salvador hace cuatro años y me fui a vivir a Houston. Era conductor de autobús en San Salvador, pero los grupos pandilleros eran cada vez más violentos y nos cobraban a los choferes para recibir protección; así que me vine a Estados Unidos. Trabajé como mecánico de autos en Texas y a veces como carpintero", explicó Iván (28).

Cuando supo que los salarios en el estado de Virginia eran mejores, pues se mudó a Woodbridge. En febrero de 2020 se enteró que estaban contratando en un trabajo en 'Eckington Place'. Advantage Mechanical era la empresa contratista de láminas de metal que hacía los conductos para el aire acondicionado -dijo Iván- pero un hombre llamado Jimmy Rivas estaba haciendo la contratación.
"Me preguntó si tenía experiencia en HVAC (calefacción, ventilación y aire acondicionado). Le dije que no, que era carpintero, pero que estaba dispuesto a aprender. Me dijo que me contrataría como ayudante a 12 dólares la hora y que si aprendía rápido, me subirían el sueldo", dijo el trabajador salvadoreño. Le aclararon que no había beneficios como el seguro médico.
Iván sabía que el salario mínimo en DC era entonces de 14 dólares por hora, pero él necesitaba un trabajo, así que lo aceptó. No se le pidió que llenara ninguna planilla, como un W-4 o algo así. Simplemente se presentaba al trabajo y firmaba cada día en un cuaderno.
"Cuando llegó mi primer día de pago, el 18 de marzo de 2020, recibí un cheque que decía 'R & L General Contractors'. No parecía un cheque de pago. Era un cheque normal que no tenía un talón de pago (pay stub) ni nada. Era de 864 dólares, es decir, 12 dólares la hora por las 72 horas que había trabajado. No había deducciones por impuestos ni nada", recuerda Iván.
Pronto supo que era un cheque sin fondos. Lo llevó al banco e intentó cobrarlo, pero le dijeron que no había dinero en la cuenta y que tendría que esperar dos semanas para recibir su dinero. Se enteró por sus compañeros de trabajo que tenía que llevar el cheque a un comercio específico en Manassas, donde se lo harían efectivo después de cobrar una comisión del 2 por ciento. Cree que Jimmy tenía algún tipo de acuerdo con ese lugar.
A veces trabajaban horas extras, pero nunca les pagaban tiempo y medio -como indica la ley laboral-. Por el bajo salario y ese tipo de irregularidades, es que mucha gente renunciaba.
No recibió el aumento que le había prometido Jimmy, así que Iván también renunció en junio 2020, después de cuatro meses trabajando insatisfecho. "Los intermediarios laborales como Jimmy se aprovechan de nosotros porque saben que somos inmigrantes y algunos de nosotros somos indocumentados", dijo Iván.
En la misma obra trabaja Carmen (35), pero para otro subcontratista. "Vine aquí desde México hace cinco años para tener una vida mejor. Vine sola, sin familia, y vivo en Centreville, Virginia. Estaba cuidando niños y no ganaba mucho dinero, y un amigo me dijo que podía ganar más en la construcción, así que decidí probar", dijo la trabajadora.
Entonces, le presentaron a un hombre que le ofreció trabajo en el acabado de los paneles de yeso (drywall) a 12 dólares por hora. Sin muchas vueltas empezó a trabajar en una empresa llamada Charly Drywall que se encargaba de los paneles de yeso para CBG en Eckington Place. Pegaba las uniones entre los paneles, enlodaba las uniones y las lijaba.
Cuando empezó a recibir el pago por su trabajo, se dio cuenta de que algo no estaba bien. "Los cheques que recibíamos no eran cheques con recibos de sueldo, descuento de impuestos y todo eso, sino eran cheques normales. No decían Charly Drywall sino LG Drywall & Painting".
 Cuando Carmen se enteró de que el salario mínimo en DC era de 15 dólares por hora, se enojó y le preguntó al jefe por qué no estaban recibiendo el salario mínimo. Él le dijo: "No tenemos que darte una explicación. Puedes aceptar el trabajo por el monto que pagamos o irte".

Por necesidad, Carmen sigue en ese empleo aunque no está a gusto. A veces trabaja horas extras, pero no se las pagan como dice la ley. "Me gustaría encontrar un trabajo mejor", dijo.
Las historias de Iván y Carmen son parte de un extenso reporte de la red católica del trabajo (Catholic Labor Network, CLN por sus siglas). La reciente investigación afirma que un amplio sector de la industria de la construcción opera clandestinamente, manipula la contratación para sacar provecho, paga en efectivo y excluye a estos trabajadores de los libros de contabilidad, evadiendo así los impuestos y negándoles a los trabajadores la protección de la ley laboral y los beneficios económicos a los que tienen derecho por su trabajo.
La red recibe fondos de la Campaña Católica para el Desarrollo Humano, una iniciativa de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos. CLN tiene su oficina central en la Universidad Georgetown y el número telefónico es (703)967-1841. Para detalles, visite: http://catholiclabor.org.

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