Catholic Standard El Pregonero
Clasificados

Vivir en el enredo

A propósito del caótico y convulso mundo en que vivimos, en una carta que Voltaire escribió a Helvetius —considerado por Isaiah Berlin, uno de los seis enemigos de la libertad— esta esplendida frase: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Estas palabras constituyen el principio fundamental de nuestra modernidad. Si alguien intentara retroceder la historia hasta antes del pronunciamiento de ese principio estaría abandonando la Ilustración. El cercenar una opinión —incluso brutalmente equivocada— va en contra de la verdad que solo se halla cuando se ponen las opiniones libres e iguales unas contra otras. Por lo que toda intromisión en las libertades de expresión y pensamiento son consideradas una aberración. Es más, una verdad inobjetable es que si hoy las artes y las ciencias florecen es gracias a los avances de la libertad de pensamiento. Nuestro destino —en cierta medida— está relacionado también con los alcances de esa libertad, cuyos límites están determinados por el nivel de educación, el conocimiento o la magnitud de los prejuicios, entre otros.

Vivimos, pues, en un enredo permanente, donde los cambios son la única constante. En un mundo en crisis, hay una evidente crisis de ideologías, mas no de ideales. Proteger el planeta, luchar por una sociedad más equitativa e inclusiva, por citar algunos ejemplos, son ideales por los que bien vale la pena vivir y entregarse a trabajar de manera enteriza. Y para ello —señores— no hay necesidad de inventar la rueda, bien dice un proverbio chino: “Si quieres ver algo nuevo, recorre el mismo camino todos los días”. Para muestra un botón, en los albores de la historia se pueden encontrar estupendos monumentos de arte Paleolítico. Las pinturas rupestres encontradas en las paredes de los techos de las cuevas de Lascaux en Francia y Altamira en España, que corresponden al periodo de transición del Paleolítico al Neolítico, se pueden encontrar en casi todas las épocas de la historia y en todos los continentes, una exquisita prueba de la creatividad humana. Sobre las pinturas rupestres, Pablo Picasso, en su momento, afirmó, sin mayores ambages, que después del arte rupestre todo los demás es imitación. Huelgan comentarios. Como se ve hemos estado haciendo arte desde el principio de la humanidad.

Nuestras vidas están estructuradas por la actividad organizada. Somos criaturas de hábitos que siempre resistimos activamente, o al menos cuestionamos, nuestros propios hábitos. Esa condición natural es de sociabilidad y el enredo en que vivimos, por paradójico que parezca, nos ha dado los recursos para convertirnos en lo que somos: plena y reconociblemente humanos. Por eso, también, observo —no sin curiosidad y preocupación— a jóvenes ‘sabelotodo’ orgullosos de su encantador saber desechar la mayor parte de las veces todo lo que está más allá de su propia comprensión, con la creencia de que pueden adaptar el mundo a su propia imagen —sin duda, uno de sus derechos inalienables—. Mas, dado que el mundo está compuesto en gran parte por cosas que están más allá de nuestras capacidades, hay un peligro que subyace —inadvertidamente— en los que viven sólo su propio presente sin contexto, ignorando la continuidad histórica que lo rodea y que carecen de cultura. Esos pueden transformar su nación en un desierto sin historia, sin memoria, sin ecos, e intocado por la belleza. 

Secciones
Buscar