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El poder de las historias

Contar historias es una actividad humana esencial y cuanto más difícil es la situación, más esencial es. Lo que hace más relevante la historia que Angela C. Sutton narra en The Battle of Cape Lopez and the Birth of an American Institution (Prometheus Books), donde explica cómo los colonos promulgaron e hicieron legal -en las colonias americanas y luego en Estados Unidos- la propiedad sobre las personas convirtiendo al país en una sociedad esclavista, donde los africanos esclavizados y sus descendientes vivieron en constante zozobra por su integridad física, la salud y el bienestar de sus familias. Los estadounidenses -puntualiza- viven en una sociedad que, durante siglos, despojó a las personas de su humanidad para extraerles la máxima cantidad de trabajo. La emancipación no terminó el trabajo forzado, sino que simplemente cambió de forma. Más aún, la sociedad en general sigue resistiéndose a reconocer la plena humanidad de los afroamericanos y, por extensión, de otras personas de color. 

El ejercer la propiedad sobre afrodescendientes y despojarles de su humanidad para extraer trabajo gratuito “ha contaminado todos los aspectos de la vida estadounidense”, precedente que permitió trivializar las vidas de cualquier grupo de personas para la conveniencia de unos pocos; y ha permitido que las personas sean tratadas como “menos que” en nuestros sistemas legales, económicos, políticos, culturales y religiosos, lo que explica el por qué siguen resurgiendo crisis diarias que leemos y presenciamos en los medios. Lo cierto es que nadie estará libre de las amenazas a su libertad y autonomía personal hasta que los afroamericanos -y otras minorías- estén libres del racismo, porque cualquier tipo de intolerancia allana el camino para que otros tipos florezcan sin control.

Sutton sostiene -y no le falta razón- que las políticas discriminatorias crean ideas racistas y engendran racismo y no la ignorancia y el odio, habida cuenta que las políticas racialmente discriminatorias surgen del interés económico, político y cultural que cambian constantemente. El libro está escrito desde una perspectiva antirracista y muestra cómo los traficantes de esclavos hasta los legisladores de Virginia crearon y defendieron la discriminación por interés económico propio, no porque fueran racistas o tuvieran ideas racistas. El racismo llegó después. Las políticas racistas -de hecho- han impulsado la historia de las ideas racistas en Estados Unidos. El racismo nos impide enfrentar colectivamente nuestra realidad compartida, empobrece nuestra cultura y nos separa de nosotros mismos. Sutton advierte, parafraseando Nietzsche, que “la ignorancia sobre de dónde venimos conduce a la ignorancia sobre hacia dónde vamos”. En otras palabras, la creación del futuro es volver a visitar el pasado, por contradictorio que parezca. 

Sutton insiste que cambiar la discriminación es mucho más fácil que cambiar a alguien cuya mente está llena de racismo y odio. No olvidemos que el racismo y el odio no conducen a la discriminación; es la discriminación la que conduce al racismo y al odio. La buena noticia es que las políticas discriminatorias son desmanteladas cada día por grupos de personas decididas que trabajan colectivamente, aprovechando el poder que ya tienen para luchar contra esas políticas. Todos tenemos el poder de hacer algo para decidir romper con las tradiciones dañinas y desafiar las instituciones que no nos sirven a todos para que juntos podamos crear algo que sí lo haga en nuestra familia, comunidad, trabajo, instituciones y gobierno locales y hacer del país un lugar del que todos podamos estar orgullosos.

(Las historias importan, las comunicaciones importan. Es importante poner las cosas en contexto porque pensamos en metáforas y aprendemos a través de historias…Blue Moon)

 

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