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¿A quién le dedicas tu trabajo?

Monseñor John Enzle ora con una personas en Adam’s Place, uno de los refugios de emergencia para personas sin hogar de Caridades Católicas. Foto/archivo

Si tienes un trabajo que te agrada mucho, lo que hagas nunca será “trabajo” para ti. Este dicho me ha gustado mucho desde siempre y eso es lo que he experimentado en los últimos diez años que he estado en Caridades Católicas. ¡Supongo que no he trabajado en diez años! En realidad, ¡casi toda mi vida!

Me acordé de esto justamente cuando celebramos el Día del Trabajo y el don del trabajo. Incluso al terminar la temporada del verano y de las vacaciones, tengo muchas ganas de volver a mis ocupaciones. Creo que eso se hace más patente que nunca tras la separación y la interrupción que hemos vivido en el año y medio recién pasado. 

En efecto, tengo el vivo deseo de retomar el ajetreo de todo lo que hay que hacer en Caridades Católicas y estar nuevamente cerca de la gente, especialmente de quienes no he visto desde que comenzaron los cierres de la pandemia en marzo del año pasado. Poco a poco hemos ido recuperando el ritmo normal de la actividad, mientras nos esforzamos por garantizar la seguridad, mantener la flexibilidad y reconocer que hay algunos que aún no pueden volver a trabajar. Esperamos y oramos para que pronto puedan hacerlo. 

Al mismo tiempo, me alegra mucho ver que gran parte de nuestro personal vuelva a compartir y observar la gran actividad que surge en torno al “enfriador de agua”, en la mesa del almuerzo o simplemente en la charla por los pasillos. Creo que eso nos ayudará a avanzar, algo que no hemos podido hacer por un tiempo.

Para mí, el trabajo ha sido una de las características distintivas de mi sacerdocio. Me gusta trabajar. Me gusta estar presente junto a las personas que me necesitan y me gusta decir que “sí” cada vez que puedo. 

Admito que a veces esa labor resulta agotadora, tediosa e incluso difícil. A medida que avanzo en años, también me doy cuenta de que la energía que antes tenía empieza a declinar, pero mi fuerte deseo y compromiso de hacer cada día todo lo que pueda por el Reino y el bien del Señor no han disminuido.

El trabajo es una parte valiosa de nuestra naturaleza. Trabajamos para ganarnos la vida y apoyar a nuestros seres queridos; para construir familias unidas y cariñosas; para brindar ayuda a los necesitados y para llevar al mundo la buena nueva de que Dios nos ama y quiere nuestra salvación. 

¿Qué es el trabajo para ti?

¿Te parece que todos estamos trabajando para edificar el Reino de Dios? Esto naturalmente comprende nuestra vida de oración y nuestra peregrinación espiritual; también incluye lo que hacemos cada día dondequiera que estemos para que la Iglesia, la comunidad y el mundo sean un mejor lugar para vivir. La Iglesia necesita buenos trabajadores que estén dispuestos a dar de su tiempo y talento para el bien del Reino.

¿Les estamos enseñando a nuestros jóvenes la importancia y el valor del trabajo con nuestro ejemplo y compromiso? ¿Reconocemos lo bueno que tiene nuestro trabajo cotidiano, aunque parezca simple o poco importante? ¿Lo vemos como parte del mandamiento divino de amar a Dios y al prójimo?

Cuando doy orientación a los nuevos empleados de Caridades Católicas, relato el caso de un obrero que con gran esfuerzo sube una colina empujando una carretilla llena de ladrillos, piedras y rocas. Alguien le pregunta qué le parece su trabajo y él responde: “Lo odio. Es agotador y me hace sudar todo el día. Cuando me voy a dormir caigo en la cama totalmente exhausto. Realmente odio este trabajo”. Probablemente yo diría lo mismo.

Poco después, aparece otro hombre que con gran esfuerzo sube la misma colina empujando una carretilla llena de ladrillos, piedras y rocas. A él también le preguntan si le gusta su trabajo y responde: “¡Me encanta! Es un trabajo agotador y me hace sudar todo el día y cuando me voy a dormir caigo en la cama exhausto. ¡Pero lo que me gusta es que estoy llevando estas piedras cuesta arriba para construir una iglesia donde vamos a adorar a Dios!”

Es el mismo trabajo arduo y agotador, pero son dos formas completamente diferentes de verlo. El primer obrero solo piensa en sí mismo, mientras que el segundo santifica su trabajo porque lo hace para la gloria de Dios y para el bien de su comunidad.

También me gusta preguntar a nuestros empleados: “¿Lo que haces es un trabajo o un apostolado?” El simple trabajo implica ganar dinero para pagar cuentas y satisfacer las necesidades diarias. Un apostolado es algo que nace del corazón y que causa satisfacción por lo que uno hace. ¡La buena noticia es que cualquier trabajo puede ser un apostolado!

A medida que retornamos a las rutinas laborales y escolares, todos podemos dedicar unos minutos para reflexionar sobre lo que significa el trabajo para cada uno y cómo podemos usarlo para dar mayor gloria a Dios. Aunque el mundo considere que nuestra ocupación es glamorosa o insignificante, siempre podemos hacerla para propagar el Reino de Dios, para hacer realidad los planes divinos y para dar a conocer la presencia de Dios a todos aquellos con quienes tenemos contacto.

(Monseñor John Enzler, presidente y director ejecutivo de Caridades Católicas de la Arquidiócesis Católica Romana de Washington, escribe la columna “Fe en Acción” para los periódicos y sitios web Catholic Standard y El Pregonero de la arquidiócesis).

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