‘No, ninguna mamá tiene preferencia por uno de sus hijos’, ese argumento es común y muy conocido, especialmente en nuestra cultura hispana. Es de particular interés, el reconocer que, en esta cultura, tener familia es lo normal y la expectativa común. Cuando una parejita se tarda en procrear, los familiares se preocupan, aunque de eso no comenten nada. Es cuando las especulaciones abundan, “¿será él o ella el del problema?” Que no se ignore, que, en la cultura machista, es una vergüenza si es el hombre quien tiene alguna dificultad en fertilizar el óvulo de su esposa. ¡Así de seria es la situación familiar!
Otra expectativa común, es que el primer bebé sea un varoncito. No, nadie habla de esto, pero es parte interesante de la mencionada cultura machista. Nace una nena, y en algunas culturas se comentan, “nació una chancleta”. Aunque se sospecha que los que así comentan, no toman en cuenta las implicaciones de su significado. Una chancla, es algo que uno arrastra y dispone de ella a modo sin cuidado. ¿Eso es una mujer? Triste admitirlo, pero, aunque no se caiga en cuenta, ese es el significado de la analogía. Se podría pensar que lo mencionado, es una exageración. Posiblemente, pero, el aceptar la realidad, es dura y vergonzosa.
Da la impresión que retratar los aspectos negativos de la cultura hispana, es algo indeseable y poco agradable. Pero, sin embargo, como hemos aprendido del Evangelio, “la verdad les hará libres” (Juan 8/32). Son esas verdades las que hacen a uno sentirse incómodo, pero permanecen como enseñanzas que educan y benefician al crecimiento espiritual. En el mundo hispano abundan las creencias y prácticas que dejan mucho que desear. Muchas son fatalistas, otras contrarias a la fe católica y algunas, con matices de superstición. Se aprenden en el seno familiar, cuando desde la infancia se escucha a los adultos comentar sobre esas creencias.
Una de las vivencias más comunes, es ver como la niña tiende a apegarse más a su papá y el varón a su mamá. Papi, sin embargo, usualmente, mima y queda fascinado con su varoncito. Lo lleva en brazos, juega con él y le muestra un afecto especial. Pero eso, solo hasta cierta edad. Se nota, que ya a los 7 ó 8 años, se desprende de él. Es cuando la mamá entonces lo acoge y la criatura vive apegado a la ‘falda de mami’. Según los estudiosos del comportamiento humano, ese fenómeno arroja como consecuencia, que el nene adquiera los gestos y movimientos femeninos. Ironía interesante, es que papi se aleja de su varoncito, ¡por el miedo de que le ‘salga homosexual’! Así es como, entonces, mami se apega a su nene, necesitada muchas veces del afecto que posiblemente, ya no recibe de su marido. El ‘nene de mami’ se convierte entonces, en el consentido y sobreprotegido de Mami. Ese nene se desarrolla pues, con un sentido de ‘yo soy el rey’, como muy bien lo describe la popular canción ‘El Rey’ del mexicano, José Alfredo Jiménez.
El nene mimado de mami corre el riesgo de ser un desastre en el matrimonio. Se cree merecedor de todo lo que se le antoja. Usualmente falto de madurez, se siente que él tiene la razón en todo y que tiene derecho a todo. Son los que usualmente, se divorcian. Y esto, muchas veces porque se muestran insensibles y carentes de sentimientos. Parece todo un cuadro trágico, …y ¡lamentablemente, lo es! Por supuesto, no tiene que ser así. Mucho redime esta situación, si ese niño mimado de Mami, por la gracia de Dios, tiene una experiencia de conversión. Se dedica entonces, a cambiar muchos de esas actitudes de soberbia e intolerancia. Vive consciente de sus faltas y lo necesario de seguir mejorando su carácter y trato con los demás. La práctica de la fe no obra milagritos, pero sí, ayuda a estar más consciente de la manera que uno es y cómo debe de ir mejorando su manera de ser.
En otro escenario común, es cuando llega la etapa de los años avanzados. El matrimonio entonces se convierte en un ‘acompañamiento’. Esta es la etapa delicada para el ‘nene de mami’ que, por su inmadurez, no aprendió a vivir como amigo y compañero de su esposa. Además de no entender, se abochorna de la disminución de su vitalidad sexual y usualmente adopta una actitud de enajenación e indiferencia. Se vive el matrimonio bajo un mismo techo, como dos personas que ‘viajan en el mismo tren’, pero sin intercambios de diálogo y afecto. Usualmente, entonces el nene de Mami vive en silencio y absorto en algún entretenimiento o faena. ¡La actitud es de ‘aquí no ha pasado nada’! La expectativa es que la esposa, como mujer fiel, continue cuidando y atendiendo a su ‘querido maridito’.
Claro, todo lo mencionado, es cierto de matrimonios ya mayores. En la modernidad, y especialmente con la mentalidad de la ‘liberación femenina’, la experiencia es muy diferente. En resumidas cuentas, en estos tiempos, ¡el nene de mami, tiene mucho que aprender!