La elección del papa León XIV no es algo que ha ocurrido por casualidad. Es obra del Espíritu Santo, pero es también el resultado y un bello testimonio del impacto duradero de los esfuerzos misioneros de la Iglesia Católica de Estados Unidos en América Latina. Su vida y obra ejemplifican la mezcla de las tradiciones católicas estadounidenses y latinoamericanas, destacando la naturaleza global de la Iglesia y su misión en el mundo moderno.
La elección del papa León XIV, antes cardenal Robert Francis Prevost, como el primer Papa estadounidense, está profundamente entrelazada con la tradición misionera de la Iglesia Católica de Estados Unidos en América Latina.
Un legado misionero en América Latina
El viaje de Prevost comenzó en 1985 cuando se unió a la misión agustina en Perú. A lo largo de dos décadas, desempeñó diversos cargos, entre ellos el de canciller de la Prelatura Territorial de Chulucanas y posteriormente el de obispo de Chiclayo. Su trabajo se centró en la pastoral, la educación, el servicio a los pobres y la defensa de los derechos humanos.
Tendiendo puentes entre el norte y el sur
La doble identidad de Prevost como estadounidense y ciudadano peruano naturalizado encarna el alcance misionero de la Iglesia Católica de Estados Unidos y sus profundas conexiones con América Latina. Su capacidad para navegar por ambas culturas y su fluidez en español le permitieron construir relaciones sólidas dentro de la Iglesia Latinoamericana, lo que refleja una tendencia más amplia del clero estadounidense a involucrarse profundamente con las comunidades del Sur Global.
La presencia de la Iglesia Católica de Estados Unidos en América Latina ha sido profunda y multifacética, especialmente a través del trabajo misionero, las iniciativas solidarias y el apoyo a los derechos humanos y la justicia social. Esta presencia a menudo ha conllevado grandes riesgos y, de hecho, muchos misioneros católicos estadounidenses —sacerdotes, religiosas y laicos— han sido asesinados en América Latina mientras vivían su compromiso cristiano con los pobres y marginados.
Presencia misionera y solidaridad
Desde mediados del siglo XX, especialmente después del Concilio Vaticano II y durante la era de la Guerra Fría, muchos misioneros católicos estadounidenses fueron enviados a América Latina como parte de una ola de solidaridad en respuesta a la pobreza extrema, la violencia política y el llamado a la justicia en la región. Estos misioneros incluyeron:
Misioneros de Maryknoll (sacerdotes, hermanos, hermanas y misioneros laicos),
Jesuitas y franciscanos, sacerdotes y hermanas diocesanos enviados a través de asociaciones con diócesis latinoamericanas, voluntarios laicos y trabajadores por la paz.
A menudo trabajaban en parroquias rurales, barrios marginales urbanos, clínicas de salud, escuelas y organizaciones de derechos humanos, caminando junto a los pobres y denunciando las injusticias.
Misioneros americanos mártires en América Latina
Varios misioneros católicos estadounidenses se convirtieron en mártires modernos por su testimonio del Evangelio frente a la opresión:
Las hermanas Ita Ford, Maura Clarke, Dorothy Kazel y el misionero laico Jean Donovan fueron brutalmente violadas y asesinadas por las fuerzas militares salvadoreñas en El Salvador en 1980. Habían estado trabajando con personas desplazadas y víctimas de la violencia del Gobierno.
El padre Stanley Rother, un sacerdote diocesano estadounidense de Oklahoma, fue asesinado en Guatemala en 1981. Ministró al pueblo indígena Tz'utujil y fue beatificado en 2017. Ahora es el beato Stanley Rother, el primer mártir nacido en Estados Unidos reconocido oficialmente por la Iglesia Católica.
El padre James Carney, un jesuita de Estados Unidos, se convirtió en ciudadano hondureño y sirvió a los pobres. Murió en circunstancias misteriosas en la década de 1980 después de ser capturado por el ejército hondureño.
La hermana Dorothy Stang, miembro de las Hermanas de Notre Dame de Namur, ciudadana de Brasil y de Estados Unidos, pasó casi cuatro décadas defendiendo los derechos de los colonos pobres, así como trabajando para salvar la selva tropical de los poderosos ganaderos empeñados en destruirla. Fue asesinada el 12 de febrero de 2005 por hombres armados contratados para asesinar a la religiosa de 73 años por su trabajo en la protección de la selva amazónica y de las personas que viven allí.
Muchos otros, no todos reconocidos formalmente, dieron sus vidas silenciosamente en servicio, sucumbiendo a la violencia, la enfermedad o la persecución.
La Doctrina Social de la Iglesia Católica y la Iglesia Latinoamericana
La Iglesia de Estados Unidos, especialmente después del Vaticano II y la Conferencia de Medellín (1968), se alineó cada vez más con la opción preferencial por los pobres, un principio clave de la Doctrina Social Católica enfatizado por los obispos latinoamericanos. Los misioneros estadounidenses a menudo adoptaron este tipo de enfoques pastorales, apoyando a las comunidades cristianas de base y promoviendo la justicia. Esto los llevó a veces a entrar en conflicto con gobiernos y élites autoritarias, que los veían como subversivos.
Impacto y legado contemporáneo
El legado de la presencia misionera católica de Estados Unidos en América Latina continúa hoy a través de:
Programas misioneros en curso y asociaciones diocesanas,
Redes de defensa y ayuda humanitaria (por ejemplo, Catholic Relief Services),
Formación de clérigos latinoamericanos en seminarios de EEUU y viceversa,
Parroquias interculturales en EEUU a medida que llegan los inmigrantes latinoamericanos.
Su testimonio es recordado no solo como caridad, sino como un discipulado profético, un compromiso evangélico de solidaridad con Cristo sufriente en los oprimidos.
Como dijo Emilce Cuda, teóloga argentina, en una entrevista concedida a Religión Digital: "Cuando el papa Francisco dijo que el tiempo es mayor que el espacio, significa que el tiempo es un proceso. No se trata de ganar ese espacio, sino de llevar a cabo un proceso, que no se agota en una generación" "Hay continuidad en el proceso, pero la situación histórica cambia, y ese proceso debe tener la flexibilidad suficiente para adaptarse a ese cambio histórico.
La elección de León XIV nos muestra claramente que la obra misionera de la Iglesia en Estados Unidos ha sido un largo proceso que sigue dando muchos frutos. Ahora nos toca a nosotros, los católicos de origen latinoamericano, retribuir a esta Iglesia peregrina en Estados Unidos de América que tanto nos ha dado.
¡Viva el Papa León XIV!