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¿Estudiar o trabajar? El dilema de muchos jóvenes migrantes

Stephanie V. y Marie Stella M. representan los dos rostros de la problemática de ¿Estudiar o trabajar? después de terminar la educación secundaria. Foto/MV

Con el cierre de las ceremonias de graduación en las escuelas secundarias, muchos jóvenes migrantes hispanos ahora se encuentran ante una encrucijada: ¿continuar sus estudios universitarios o incorporarse de inmediato al mercado laboral?

Para quienes han sido aceptados en universidades gracias a su rendimiento académico, la alegría inicial pronto se ve eclipsada por una realidad compleja. El estatus migratorio, las limitaciones económicas, la falta de acceso a recursos federales y un clima social cada vez más adverso convierten el sueño de la universidad en un dilema existencial.

Dos historias, una realidad

Stephanie V. y Marie Stella M., ambas de 18 años, representan dos rostros de esta problemática.

Stephanie fue aceptada en la Universidad George Mason, pero su estatus migratorio irregular la deja fuera del alcance de ayudas federales como FAFSA (Solicitud Gratuita de Ayuda Federal para Estudiantes) y la matrícula estatal reducida. A pesar de sus méritos académicos, su futuro educativo es incierto.

“Presenté mi solicitud con la ayuda de mis profesores. Me gusta la psicología y he buscado becas, pero hasta ahora no tengo nada seguro. Soy católica y creo en los milagros, pero mientras tanto tengo que buscar trabajo”, relata Stephanie con voz serena, aunque visiblemente preocupada.

La joven tampoco califica para el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), por lo que esta imposibilitada de trabajar legalmente o acceder a ciertos beneficios educativos.

Por su parte, Marie Stella, ciudadana estadounidense, fue aceptada en Virginia Tech para estudiar Ciencias de la Computación. Obtuvo ayuda financiera a través de FAFSA y está a la espera de una beca adicional. Sin embargo, sus padres carecen de documentación migratoria y trabajan de manera informal, lo que coloca una gran carga emocional y económica sobre sus hombros.

“Estoy emocionada por ir a la universidad, pero también siento la necesidad de ayudar económicamente en casa. Soy la mayor de tres hermanos y me preocupa que mis padres puedan ser detenidos por ICE en cualquier momento”, comenta Marie Stella, con una mezcla de orgullo y angustia.

La cultura del temor

Ambas jóvenes coinciden en que el actual ambiente en el país no solo es hostil para los inmigrantes, sino que ha generado una “cultura del temor” difícil de ignorar.

“Salir a la calle se ha convertido en una fuente constante de ansiedad. Vivimos con miedo de que en cualquier momento nuestra familia pueda ser separada”, dice Stephanie. Este temor no es infundado: las redadas en centros de trabajo, los recortes presupuestarios en programas para minorías y la incertidumbre en torno a políticas migratorias a favor de la continuidad de DACA y TPS han intensificado la vulnerabilidad de muchas familias migrantes.

Educación en peligro

La situación de Stephanie y Marie Stella refleja la de miles de jóvenes latinos que, al terminar la secundaria, descubren que el acceso a la universidad no solo depende de sus calificaciones, sino de una serie de factores que escapan a su control.

A pesar de los esfuerzos comunitarios, las nuevas políticas migratorias están dificultando el acceso a la educación superior, incluso en colleges de dos años. El futuro de programas clave como DACA o TPS pende de un hilo, lo que añade aún más incertidumbre a jóvenes que ya enfrentan obstáculos significativos.

El peso de decidir

Decidir entre estudiar o trabajar no es un simple dilema para estos jóvenes. Es, muchas veces, una decisión que definirá el rumbo de su vida y la de sus familias.

Para Stephanie, la esperanza es su motor: “Todavía tengo fe de que encontraré una oportunidad”.
Para Marie Stella, el compromiso con su familia pesa tanto como sus aspiraciones: “Quiero estudiar, pero también quiero ayudar”.

Y así, mientras miles de jóvenes celebran sus logros académicos, otros como ellas luchan diariamente para que el sueño de la educación no se convierta en una promesa rota.



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