Una inmigrante guatemalteca reingresó a Estados Unidos hace pocas semanas como residente permanente y tiene muchas razones para celebrar. Obtuvo el estatus legal luego de un largo trámite de casi una década y gracias al patrocinio de su madre que lleva 15 años batallando con cáncer de la cara. Finalmente, ya está planeando su boda católica.
“¡Es una alegría para toda la familia! Me siento feliz, y tranquila para poder trabajar, estar con mis tres hijos, verlos crecer y apoyarlos para que se superen en este país donde nacieron”, dijo Maritza Mendoza (39). “Quiero que sean personas de bien, que luchen, estudien, sean profesionales y trabajen. Con el estudio pueden encontrar otros trabajos que no sean de esfuerzo físico como los que sus padres hacemos”.
Esta madre inmigrante ingresó a Estados Unidos en 2011 con visa temporal para trabajo agrícola, la dejó vencer y vivió sin documentos por 14 años. “Vivía con preocupación constante, no podía trabajar en cualquier parte, pero trabajaba con licencia de conducir y mi seguro social válido”, explicó.
Como muchos inmigrantes, ella ha trabajado en restaurantes, cocinando, limpiando casas, mientras el padre de sus hijos pinta casas. Maritza desea un mejor futuro para sus hijos: dos varones de 6 y 10 años y una niña de 5.
Buscando una vía de legalización, Maritza acudió al Centro Católico Hispano en Gaithersburg, MD, donde sometió la solicitud para obtener la green card como hija soltera de una residente permanente.
A pesar del cáncer, su madre auspició la solicitud, pero pasó una década preocupada por el estatus migratorio de su hija. En el proceso, en 2016, murió el padre de Maritza debido a cáncer en el estómago, hígado y páncreas. La salud de la auspiciadora estaba en riesgo y también lo estaba el trámite.
“Gracias a Dios, ya estoy tranquila”, le dice ahora su madre de 83 años.
La hermana de Maritza, ciudadana estadounidense, era la segunda opción de legalización, pero es sabido que ese trámite puede durar más de 15 años. Para los mexicanos, la espera puede ser de 25 años.
Maritza pasó años de preocupación por la salud de su mamá y su estatus de migración. Ella vive con su madre, la atiende, le prepara su comida y le provee sus medicinas. “Ella nos ha enseñado la fe católica a sus nueve hijos y nos ha dado mucho amor que le estamos retribuyendo”, dice una hija agradecida.
A su madre le diagnosticaron cáncer en la cara hace 15 años y es bastante común. Uno de cada cinco estadounidenses desarrollará cáncer de piel antes de cumplir los 70 años. Más de 2 personas mueren de este tipo de cáncer cada hora en EEUU.
La mamá de Maritza tuvo una operación en 2009 en Guatemala y los médicos le cortaron un nervio de su cara y su ojo, y no le sacaron el tumor. Casi no sobrevive a esta mal praxis médica. En Estados Unidos le quitaron el tumor y se recuperó, pero hace tres años el cáncer regresó y se mantiene con dolor y en constantes chequeos y tratamientos.
“Todo lleva tiempo, no hay que desesperarse”, le decía Celia Rivas, coordinadora de los servicios de inmigración de Caridades Católicas.
Celia explicó que el proceso comenzó en octubre de 2015: “Una vez aprobado el I-130 tuvimos que solicitar un perdón en 2022 por haberse quedado en este país sin documentos y fue aprobado en 2024. Luego Maritza tuvo la cita consular para su residencia el 23 de abril de 2025 y reingresó como residente permanente el 4 de mayo.
A esta inmigrante le ha beneficiado el estatus de ‘hija soltera’ para su trámite migratorio. Si se hubiera casado, la madre no la hubiera podido pedir.
De modo que recién ahora Maritza se puede casar con su pareja de 12 años y padre de sus hijos. Ya están planeando la boda en la iglesia San Martín de Gaithersburg para concluir un tedioso reto a la paciencia, esta inspiradora historia de inmigración y este año 2025 con broche de oro.
“Estoy agradecida con Dios, con mi madre que estuvo pendiente de mi proceso y con Celia Rivas del Centro Católico”, subrayó Maritza.