A medida que avanza el tiempo de Adviento, los católicos viven con plena expectativa, preparándose espiritualmente para el nacimiento del Salvador en Navidad, el 25 de diciembre.
Las Posadas Navideñas forman parte de estos preparativos. Se trata de una tradición viva y llena de fe, celebrada en México y por comunidades latinoamericanas en algunas partes de Estados Unidos. Se llevan a cabo durante las nueve noches previas a la Navidad, del 16 al 24 de diciembre, y evocan el arduo camino de la Virgen María y San José desde Nazaret hasta Belén, mientras buscaban alojamiento antes del nacimiento de Jesús.
Según la hermana Susi Miranda, religiosa misionera javeriana de María en la parroquia de San Bernardo en Worcester, Massachusetts, la tradición de Las Posadas “nació como una devoción de acompañamiento a la Sagrada Familia, que caminó y buscó, y como una manera de decir: ‘Nosotros también caminamos’”.
La tradición de Las Posadas surgió como parte de una iniciativa evangelizadora durante la colonización del Nuevo Mundo en el siglo XVI, cuando el Evangelio llegó a las Américas con la presencia de grupos misioneros procedentes de España, entre ellos agustinos, dominicos y franciscanos. En particular, los misioneros agustinos dieron un nuevo sentido a algunas prácticas prehispánicas de los pueblos indígenas de México, reorientándolas hacia el camino de María y José rumbo a Belén.
Hoy, estas tradiciones históricas también siguen vivas en parroquias de todo Estados Unidos.
El padre Arturo Corral, párroco de la Iglesia Nuestra Señora Reina de los Ángeles (también conocida como La Placita), la iglesia más antigua de la Arquidiócesis de Los Ángeles, compartió algunos detalles sobre esta querida tradición de Las Posadas.
Por lo general, una noche de Las Posadas comienza cuando los fieles se reúnen en sus respectivas parroquias, donde comparten un momento de oración (por ejemplo, un rosario parcial), reflexión o canto litúrgico antes de salir, explicó el sacerdote.
El corazón del evento, sin embargo, son las procesiones que recrean la búsqueda de refugio de María y José para pasar la noche.
En las procesiones, adultos, jóvenes y niños llevan a María y José, ya sea en forma de imágenes o representados por personas vestidas como ellos, y van de casa en casa pidiendo posada para los futuros padres. En cada parada, el posadero rechaza al grupo. Acompañados por cantos de los “peregrinos” que llenan el aire nocturno, finalmente llegan a una casa -- elegida previamente como la posada designada -- donde se les permite entrar, culminando así la representación de esta entrañable tradición.
“Es como una obra de teatro … la gente va a diferentes lugares, a distintas casas, pidiendo un lugar (para quedarse)”, explicó el padre Corral a OSV News. “Siguen caminando hasta que, finalmente, una de las casas abre la puerta y dice: ‘Es el momento de abrir la puerta para que entre la Reina de los Cielos y dé a luz al Niño’”.
Con frecuencia, en esta última parada, los grupos se arrodillan alrededor del nacimiento y suelen cantar villancicos, rezar, y compartir platillos y bebidas tradicionales, como el ponche navideño.
“Así que (Las Posadas) son una mezcla de Sagrada Escritura, tradición, cantos, belleza, caminar y ofrecer dones en distintos lugares”, añadió el sacerdote.
Originaria de Querétaro, México, la hermana Susi habló con OSV News sobre las diferencias entre las Posadas que conocía y las celebraciones en Estados Unidos, país al que llegó hace 10 años.
Entre las diferencias que observó destacó el hecho de que los feligreses también incluían imágenes del Niño Jesús recién nacido en las procesiones. “Yo les preguntaba: ‘¿Por qué tenemos aquí al Niño Dios si todavía no ha nacido?’”, recordó.
Pero, así como había diferencias, también existían varias similitudes, y para la hermana Susi una llamó particularmente su atención: los cantos.
“La alegría de cantar y decir: ‘Ven, ven, Niñito Jesús’, y de cantarle a María: ‘Escogeremos un lugar en nuestra casa, para que esta noche pases (una) blanca Navidad’”, manifestó. “Los cantos transmiten nuestra emoción, nuestra alegría: que nos estamos preparando. Eso es similar a México”, añadió.
Además, desde su llegada, acogió con entusiasmo la riqueza de culturas latinoamericanas presentes en su parroquia, cuyas tradiciones se manifiestan de manera especial en el último día de Las Posadas, el 24 de diciembre, en la víspera de Navidad o “Nochebuena”. Ese día, los feligreses de San Bernardo llevan alimentos típicos de sus países de origen, mientras los niños dan vida a la historia de la Navidad mediante la animada “Pastorela”, una representación teatral narrada desde la perspectiva de los pastores.
“Ese compartir entre diferentes culturas y, al mismo tiempo, de abrazarse juntos, unidos. Eso es muy diferente, y no tenemos esa riqueza en México”, añadió la hermana Susi.
Para enriquecer la experiencia de Las Posadas, Cristina Hernández, coordinadora diocesana del Ministerio Hispano de la Diócesis de Youngstown, Ohio, ha incorporado a lo largo de los años tradiciones navideñas de diversos países latinoamericanos en la celebración.
Las primeras Posadas que organizó tuvieron lugar en una parroquia con una numerosa comunidad puertorriqueña, contó a OSV News, por lo que incorporó la “Parranda” en la celebración, una tradición navideña única y alegre de Puerto Rico, similar a los cantos de villancicos.
“Luego pregunté a personas de distintos países cómo celebraban esta época navideña en sus países si no hacían Posadas? Entonces ellos me explicaban qué tipo de platillos comían”, relató Hernández, y añadió: “Así fue como comenzó la primera Posada aquí: al darnos cuenta de que no se trataba solo de una Posada mexicana, sino de una Posada de todos los países que tenemos”.
Sin embargo, ninguna celebración de Las Posadas se siente completa hasta que se rompen las piñatas, un momento culminante que todos esperan con entusiasmo una vez que terminan las procesiones. Con forma de estrella de siete picos, cada punta, según explicó Hernández, representa uno de los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza.
Continuó explicando que el uso de la venda en los ojos al romper la piñata simboliza la fe, mostrando que incluso en la oscuridad ponemos nuestra confianza en Dios. El palo con el que se golpea la piñata representa la fuerza y la virtud para vencer el mal, mientras que los dulces que caen simbolizan el amor y la misericordia de Jesús, que se complace en darnos dones para disfrutar.
