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Los milagros legales ocurren cuando se tiene un buen abogado y fe

Edelmira Alarcón posa con su familia. Después de dos décadas y un sinfín de barreras, logró legalizar su estado migratorio. Cortesía/álbum familiar

Aunque está casada con un estadounidense y sus tres hijos son ciudadanos, una inmigrante guatemalteca estuvo indocumentada por 22 años, viviendo en las sombras y con temor. Edelmira Alarcón (42), parroquiana de la iglesia San Martín, ve finalmente que sus oraciones han dado fruto. Su historia como inmigrante está teñida de tenacidad y paciencia.

Esta inmigrante fue doblemente víctima de violencia, fue estafada, sufrió estrés post traumático y por ser analfabeta encaraba la deportación; pero con fe, constancia y buen asesoramiento, su caso legal se resolvió.

La ley de inmigración es dura, pero también es tan compleja y cambiante que un buen abogado puede hallar un resquicio legal, avanzar por ahí aferrándose a recursos legales, batallar por su cliente y llegar a anular una decisión judicial que no es justa.

“Hay impedimentos para la legalización cuando la persona no se presenta en una audiencia en una corte de inmigración, salvo excepciones como este caso de Edelmira”, explicó Celia Rivas, coordinadora de los servicios de inmigración de Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Washington.

Ella ingresó sola por la frontera en 2002 y en el trayecto de un mes fue abusada. “Intentaron abusar de mí, él me desbarató mi ropa y me dejó traumada”, contó.

Igualmente ella fue víctima de violencia doméstica en Estados Unidos, por parte de su pareja.

Quedó embarazada del abusador, quien sospechaba que la bebé no era su hija. “Él tenía dudas y me maltrataba aún más”, contó.

“Él la tenía casi secuestrada en Maryland. Como ella no sabía leer ni escribir, ni entendió ni se enteró de la cita y no se presentó en la corte de inmigración. Entonces, encaraba una orden final de deportación”, dijo Celia.

En la desesperación, la migrante le pagó 12 mil dólares a un abogado inescrupuloso. “Me pintó todo bonito, me hizo promesas y, después de 18 meses, mi caso fracasó porque el juez no me quitó la orden de deportación”, dijo Edelmira.

“Soy persistente y busqué una segunda opinión con Caridades Católicas”, contó. Celia Rivas tomó el caso, le dijeron que era un caso delicado y no le prometieron nada.

Esta inmigrante, que limpia casas desde hace dos décadas y habla un inglés básico, tomó la decisión y se inscribió en clases de alfabetización en la organización católica, estudió por más de 3 años, aprendió a leer y escribir en español.

En medio de su procesión de inmigración, esta residente de Germantown se casó hace 17 años y formó una familia.

“Iba ante el Santísimo Sacramento en la iglesia Mother Seton, sola o con mi esposo, llorando, pidiéndole al Señor, haciendo promesas y siempre con mi rosario en mano”, contó.

Vivir en las sombras, sin documentos, es una sensación inexplicable, contó. Temía sacar la licencia de conducir y se transportaba en autobús para evitar el contacto con autoridades. “Ese miedo a la deportación siempre me acompañaba”, dijo.

Caridades Católicas logró que le aprobaran el perdón, la orden de deportación fuera desestimada y se reabriera su caso. Siguió adelante con una solicitud de residencia permanente con el respaldo de su actual esposo, quien es ciudadano estadounidense.

Finalmente, el gobierno estadounidense aprobó su caso. Edelmira viajó a su país de origen en febrero de 2025 para presentarse en la cita de inmigración ante las autoridades estadounidenses en Guatemala el 22 de marzo pasado. “Ese día quería gritar de alegría y le dí gracias a Dios”.

Fue una oportunidad para reencontrarse con sus padres, después de 22 años, quienes están viejitos y enfermos. “Fue una gran bendición verlos y cuidarlos”, dijo.

Ya tiene la visa de residencia permanente, el seguro social y en dos meses recibirá su tarjeta (green card).

Edelmira está feliz y sigue limpiando casas. “Es obra del Señor. Finalmente, ya no me voy a sentir menos, como me sentía siendo indocumentada. Amo y respeto a este país”, dijo.

Les recomienda a los indocumentados que se porten bien y se encomienden al Señor. “No se rindan, no desesperen y refúgiense en Él. Los tiempos del Señor son perfectos”, dijo.

El sacrificio de vivir en Estados Unidos bien valió la pena.

Su hija mayor se graduó de educación especial y trabaja en una escuela. Su otra hija de 22 años trabaja en un hospital y se va a graduar de ginecóloga-obstetra. El hijo menor, de 12 años, está en la escuela intermedia y dice que quiere dedicarse a la construcción como su padre.

Ella quiere progresar y hacer un curso para cuidar abuelitos. El mayor anhelo de Edelmira es casarse por la Iglesia Católica, lo cual espera que ocurra muy pronto.

“Me siento muy bendecida”, dice convencida de que “lo que no mata te hace fuerte”.

“Esta ha sido una experiencia traumática y, al mismo tiempo, una jornada de fe, oración y esperanza”, según Celia Rivas, quien tiene más de 30 años de experiencia legal.

Para programar una cita virtual sobre temas de inmigración con Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Washington, llame al (240)858-0958 o visite: catholiccharitiesdc.org.



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