«Hacer de la herida una bandera». Esta frase de la artista multidisciplinar Marina Vargas es la que sustenta su proyecto artístico Intra-venus, con el que viajará al Museo Nacional de las Mujeres en Washington para representar a España en el programa «New Worlds: Woman to Wacht 2024».
En esta iniciativa, que lleva a cabo el Museo cada tres años, participan veintiocho artistas de diferentes partes del mundo y abrirá sus puertas el próximo 28 de abril y bajo el lema «Artistas Visionarias». Una reflexión de cómo éstas han podido reinventar el pasado, ofrecer realidades alternativas diferentes y crear nuevos futuros tras la pandemia global sufrida en 2019.
Vargas (Granada, 1980) lleva una escultura monumental hecha en mármol de Carrara, que representa su cuerpo desnudo a tamaño natural, que escaneó tras un cáncer de mama por el que le tuvieron que realizar una mastectomía. Con el brazo levantado y el puño en alto, a modo de lucha y esperanza, la escultura es una huella de cómo estaba su cuerpo en ese momento y un homenaje a todas las mujeres que han pasado por esta enfermedad.
«Es la idea de anti-monumento, la idea de romper el canon estético, la idea de mostrarnos vulnerables. Creo que, además, para que el feminismo evolucione, para que evolucionemos en esto, hay que mostrar la vulnerabilidad sin asociarla a la victimización», explica en una entrevista con EFE.

Marina Vargas en el Museo de las Mujeres
P.- Cuéntenos este proyecto que la lleva como única artista española a Washington, al programa «New Worlds: Women to Watch 2024», en el Museo Nacional de Mujeres en las Artes (NMWA).
R.- Participo con un proyecto que se titula Intra-venus y me entusiasma que esta pieza viaje y que vaya al Museo Nacional de Mujeres, que es un museo único a nivel internacional de apoyo y visibilización de las mujeres y sus problemáticas y posicionamiento. Es un museo que tiene artistas históricas en su colección, como puede ser Niki de Saint Phalle, Louise Bourgeois, Frida Kahlo… y que al mismo tiempo genera y organiza proyectos con artistas emergentes internacionales.
Esta iniciativa se hace cada tres años y en este proyecto, que se llama New Worlds (Nuevos Mundos), somos veintiocho artistas de diferentes partes del mundo, de Latinoamérica, Europa, Estados Unidos. Y en este caso la española seleccionada he sido yo. La comisaria de España que me ha presentado ha sido Rosina Gómez Baeza (exdirectora de ARCO).
Para mí ha sido un privilegio haber sido seleccionada para representar a España. Me solicitaron el dossier durante la pandemia, así es que la resolución ha sido a largo plazo. Y New Worlds va sobre esto mismo, sobre los tiempos que hemos vivido en pandemia. Han hecho una selección de artistas a las que en la nota de prensa del Museo llaman visionarias, que para mí es una definición muy acertada, porque creo que ser visionaria es estar encarnada en el presente, posicionarte ante las circunstancias muchas veces adversas que hay y trabajar para el futuro.
La exposición trata de poner esas problemáticas encima, como los cambios políticos vividos durante la pandemia, la vulnerabilidad, la enfermedad, las imágenes monumentales, los nuevos lugares, la espiritualidad o las tecnologías. Hay diferentes enfoques y, además, se generan mesas de debate.
P.- ¿Cuándo se inaugura?
R.- Se inaugura el 14 de abril, que viajaré a Washington, y estará abierto hasta el 11 de agosto. Es un proyecto de larga trayectoria. Se ha cocinado a fuego lento. El Museo reabrió sus puertas después de una gran reforma y este es el proyecto más importante digamos tras su apertura.
Un cáncer escultórico
P.- Háblenos de su proyecto.
R.- La obra con la que participo se titula Intra-venus y para mí tiene mucho significado que viaje allí, que tenga ese escaparate y esa visión a nivel internacional. Creo que es una pieza detonante porque va sobre mi también. Recibí un diagnóstico de cáncer de mama justamente casi un mes antes de la pandemia. Así que viví una doble pandemia, un doble encierro, el de mi propia enfermedad y el del mundo.
Viviendo esas transformaciones físicas y estando aislada de mi familia y de la gente más cercana durante el encierro, decidí hacer una investigación de otras artistas que habían pasado por estos casos. Estudié a Hannah Wilkins, una artista pionera, feminista pionera del Body Art y que tuvo también un diagnóstico de linfoma. Su obra póstuma se titulaba Intrademus Intravenus, que viene de intravenoso y de intravenosa y de Venus, la diosa de la belleza y el amor.
“Al transformarme y sentir que yo misma me había convertido en mi propia obra, cuando hubo una de las aperturas en pandemia, decidí hacerme un escaneo digital de todo el proceso que llevaba de enfermedad”.
Yo con anterioridad ya había trabajado con la idea de romper el canon. Suelo revisitar mucho las imágenes de la historia del arte para deconstruir esa visión heteropatriarcal, y había desarrollado antes una obra que era un patio de esculturas griego invadido por espuma de poliuretano, cuyo crecimiento yo no controlaba, y me decía: Intervengo la escultura con poliuretano, me voy a dormir y, mientras duermo, la escultura se hace. Y cuando estaba enferma y encerrada releí algunas entrevistas que me habían hecho sobre ese proyecto y me dije: Si yo de alguna manera lo que hice ya fue un cáncer escultórico.
Hice un cáncer escultórico que rompía la idea griega del cuerpo de belleza, de ideal estético, que no corresponden realmente a nada humano.
Y entonces ahí me miré y dije: Pues ahora la que he roto el canon soy yo, y me vi como un proyecto mío. O sea, dije: Ahora me he convertido en una de mis propias obras. Así es que ese proyecto que se titulaba Ni animal ni tampoco Ángel. Fue una antesala de mi enfermedad.
Entonces, al transformarme y sentir que yo misma me había convertido en mi propia obra, cuando hubo una de las aperturas en pandemia, decidí hacerme un escaneo digital de todo el proceso que llevaba de enfermedad. Necesitaba una referencia de imagen como artista que soy, y entonces, en uno de los momentos de mayor vulnerabilidad física, recién hecha la mastectomía, cuando no podía ni mirarme al espejo porque me había convertido en un monstruo y no dejaba que mi pareja me viera sin camiseta, decidí hacerme un escaneo. Vinieron al estudio dos personas desconocidas que contraté y me desnudé ante ellas. Eso fue un ejercicio terapéutico de asumir mi nueva desnudez, y también como una especie de espejo para mí misma y una ventana al mundo.
Me escanearon y levanté el brazo, que tampoco podía levantarlo porque me habían sacado todos los ganglios. También era un símbolo activista de dar un impulso de fuerza y hablaba de feminismo, de visibilizar los cuerpos que, al final, llamamos no normativos, si bien esta es la norma, porque una de cada ocho mujeres pasa por esto.
Luego esa escultura, cuando ya terminó la pandemia, se expuso en el Ayuntamiento de Madrid y también para mi sorpresa me dijeron que había mujeres con niños pequeños que iban a verla. Mujeres que habían recibido un diagnóstico y, claro, cuando una mujer encima tiene niños pequeños, lo más difícil es cómo le transmite eso a sus hijos.
Entonces me di cuenta de que esa pieza contenía muchas cosas: la idea de anti-monumento, la idea de romper el canon estético, la idea de mostrarnos vulnerables, creo que, además, para que el feminismo evolucione, hay que mostrar la vulnerabilidad sin asociarla a la victimización. Por eso digo que es como hacer de la herida una bandera.
Y con esto también se creó una red, porque yo iba colgando en redes toda mi obra y me fueron escribiendo otras chicas que también tenían diagnóstico. Contacté con ellas después de la pandemia, quedamos y hemos creado una asociación sin ánimo de lucro, que también se titula Intraveno en ese homenaje a Hannah Wilk. Por todo ello, para mí significa mucho que hayan seleccionado esta pieza que viaje a Washington como nueva estatua de la libertad.
P.- Este proyecto también estuvo en la entrada del CNIO…
R.- Se prestó temporalmente en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas porque me di cuenta de que esa escultura tenía que estar en una vía pública, en un espacio público, porque activaba todo eso. Que una mujer con niños pudiera ir visitarla. Esta pieza habla de qué consideramos femenino, también toca esos límites de la desaparición del género. Abre todo esos debates, por eso quería que estuviese a pie de calle.
P.- ¿Es de mármol de Carrara?
R.- Es de mármol de Carrara, hecho con toda la intención, porque la considero como el culmen del proyecto anterior de escultura griega que intervenía con el poliuretano expandido en resina de poliéster, y la que ha roto el canon, que soy yo, pues yo en mármol de Carrara, porque me lo merezco».
Hacer de la herida una bandera
P.- ¿Cómo es la relación del arte con la enfermedad? ¿Le molesta que se hable de cáncer con un lenguaje manipulado en medios o redes?
R.– Sí, yo creo que hay que cuidar mucho el lenguaje cuando se habla de enfermedad. Por ejemplo, con el cáncer de mama, nos molesta muchísimo que nos llamen guerreras, porque ya nos están poniendo un adjetivo como para que te escondas y que tú estés por encima todo el rato. El término guerrera, el de lucha, ¿por qué tengo que luchar, contra qué tengo que luchar? Si me han diagnosticado cáncer, ¿tengo que luchar contra mi propio cuerpo? ¿Quiénes son las que mueren, las mujeres que han muerto de cáncer de mama se lo merecen, no han luchado tanto como yo? Esa no, ah, pobrecita, pues no ha podido.
La palabra tiene un peso y la palabra construye una imagen. El cáncer es invisible. Yo he querido poner una imagen para mover todo esto, pero tú tienes cáncer en el momento en el que te lo diagnostican, que es en el momento en el que te lo dicen. Y ahí hay una fractura en tu vida. Hay que utilizar el lenguaje bien porque no deja también de ser violencia que lo que te hace a ti es como cuestionarte todo el rato si eres la buena enferma.
“Hay muchos estudios hechos sobre el cáncer y las emociones, pero también parece que si eres sensible o eres más fuerte o eres positiva, te vas a curar. ¿Entonces, qué pasa con las que mueren? Esa era negativa y pues ya… Hay que tener mucho cuidado también dentro de los hospitales. Creo que hay que cuidar cómo se da un diagnóstico, qué palabras se utilizan en los procesos”.
La palabra colgajo, por ejemplo, que es un término médico. Te dejan un poco más de piel por si te quieres reconstruir y la llaman colgajo. Creo que también en ese sentido habría que evolucionar para poder enfermar con dignidad y poder.
Hay muchas mujeres que después de un diagnóstico no las han vuelto a contratar por miedo a un repunte. A una mujer con cáncer no le dan una hipoteca, por ejemplo. O sea, está ahora tratándose y se ha impuesto este año la ley del olvido para los enfermos de cáncer. Hay todo un territorio del que muchas veces las personas de a pie de calle no son conscientes. Creo que hay visibilizar todo esto, publicitar todo esto y darle imagen, además de crear red, crea voces, porque somos muchas, somos una de cada ocho de cáncer de mama y una de cada tres de cualquier cáncer.
P.- ¿Ha habido un antes y un después en la forma crear?
R.- Bueno, sí. Yo siempre he sido una artista que cuando expongo me expongo; o sea, me implico mucho con la obra y a lo mejor me expongo, y con Intra-venus me han llegado a decir que estaba sobreexpuesta pero nunca entiendo lo que es sobreexponerse, pero sí que es verdad que ha sido para mí lo más duro porque era exponer físicamente toda mi vulnerabilidad.
Yo quería hacer un registro de huella para que no se me olvidara. De hecho la pieza también es una escultura performática, porque mi cuerpo ya no es ese. Después he decidido reconstruirme, me quitaron el pecho derecho, me quitaron los ovarios. Entonces mi cuerpo ya no es ni siquiera tampoco el de la escultura. Me cambió la visión de muchas cosas.
P.- ¿Sigue haciendo escultura? No hay muchas escultoras en España.
R.- La escultura siempre ha sido también un territorio de hombres. Cuando hay una mujer escultora, se la mira un poquillo con el rabillo del ojo. Yo siempre he recibido comentarios. Soy una artista interdisciplinar pero tengo una producción de escultura bastante monumental y en ese sentido siempre se me ha cuestionado mucho si tengo asistente o no. Por ejemplo, con Intra-venus se me ha llegado a decir: ‘¿Cómo has hecho esa escultura en tu estado de enfermedad?’ Y yo no he hecho nada, me he escaneado.
Además de que creo que el proceso del escanearme es cómo he vivido yo toda mi enfermedad, todo ese tiempo con TAC, resonancia, escaneo… o sea que hasta clínicamente me casaba con el proyecto de la obra, y me decía por qué me lo preguntan a mí? ¿Se lo preguntarán esto a un hombre que tenga un asistente de ocho ó nueve personas o que haga la escultura máquina?
En general la escultura es más minoritaria y si a eso le sumas que las mujeres en el mercado internacional tienen escasa visibilidad y le añades el coste para el transporte si sale del país, y vas sumando, pues es más difícil para las mujeres. EFE