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¡Una explosión de culturas!

Los hispanos, en Estados Unidos, debemos dejar de llamarnos minorías y saber distinguir a las personas de nuestra comunidad de los que son pobres y sin educación, quienes son la verdadera minoría de esta nación, afirmó en su momento el ensayista y escritor de origen mexicano Richard Rodríguez, en una entrevista con El Pregonero -en el 2002- con ocasión de la presentación de su libro Brown: The Last Discovery of America. La afirmación de que no éramos una minoría ya la había pergeñado en su primer libro (Hunger of Memory), donde describe las circunstancias que vivió cuando era considerado un niño con desventajas porque solo hablaba español y era una ‘minoría’. A juzgar por lo que vemos, creo también que no somos una minoría porque somos de todos los colores y porque provenimos de todas las situaciones imaginables. 

En Brown arguye que los hispanos no somos un grupo separado de otros, porque muchos de nosotros somos también africanos, asiáticos o europeos. Y sería erróneo describirnos de esa manera, porque en Latinoamérica hay todas las mezclas y razas del planeta. Estados Unidos es un país en blanco y negro, donde hay una incapacidad de hablar sobre el amplio rango de gradaciones de color que hay entre el blanco y el negro, que es la mezcla. En Latinoamérica, en cambio, no hay hispanos. Hay bolivianos, chilenos, argentinos, colombianos, brasileños o peruanos. El término hispano o latino no dice lo que somos: una mezcla de culturas y, en ese sentido, no somos una minoría.

Hubo un tiempo, cuenta Rodríguez, en que sus padres fueron una minoría y dejaron de serlo cuando empezaron a participar en las actividades escolares. En otras palabras, se es una minoría cuando no se participa. Solo cuando los progenitores empiecen a asistir a las reuniones de padres de familia en las escuelas de sus hijos empezarán paulatinamente a darse cuenta de que ellos son también parte de la vida pública y empezarán a aprender la lengua y a participar en la cultura. ¡Allí es cuando dejamos de ser una minoría! Cuando estoy en una habitación donde hay pocos latinos soy una minoría numérica, pero no una minoría cultural. La raza fue siempre una gran división en la sociedad norteamericana, donde hubo dos razas, negros y blancos, y donde los indios estaban supuestos a desaparecer, lo que no sucedió en Latinoamérica. La realidad es que en Estados Unidos ha habido una gran mezcla de esas razas. Ergo, no vivimos en compartimentos separados. En EEUU se ven más chicos y chicas con cabello azul, verde o rosado, jóvenes de todo tipo de razas que se cambian el color de sus pelos, de sus ojos y se ponen tatuajes de todos los colores. ¡Hay una explosión de colores!

El total experimento de ser norteamericano se da cuando uno renuncia a una parte de lo que ha sido, como sucedió con los españoles que se mezclaron con los indios para convertirse, en cierta manera, en indios. Uno cambia cuando uno quiere estar con alguien, y lo acepta en la medida que el otro o la otra también se parece a uno. Cuando nosotros vemos a latinoamericanos negros, blancos, asiáticos o mestizos decimos que son hispanos porque en Latinoamérica la cultura es más fuerte que la raza. Muchos norteamericanos nos ven como la nueva raza de EEUU sin darse cuenta de que no somos una raza. No se percatan aún de que los más de 62 millones de origen hispano en este país no nos identificamos por raza, sino por cultura. ¡Una revolución en nuestro pensamiento!

Si queremos que nuestros niños tengan éxito debemos aconsejarles que se sienten con los ‘otros’, que se levanten de su mesa y vayan al otro extremo de la cafetería y conozcan a los que son diferentes a ellos. Los niños que tendrán éxito serán aquellos que quieran también pertenecer a otras culturas y ser más allá que simples latinos. Y fracasarán aquellos que solo pertenezcan a un grupo cerrado y mantengan afuera a las otras culturas.

 

 

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