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"Créame que me siento feliz

Ricardo David Garcés vivió una odisea para llegar a Washington y todo lo hizo por amor a su familia.

El inmigrante venezolano Ricardo David Garcés (34) es uno de los más de 310 mil indocumentados que han sido detenidos por la patrulla fronteriza en la frontera sur desde octubre. Más de mil de ellos han sido transportados desde el 13 de abril voluntariamente -por el gobierno de Texas- en autobuses hasta la estación de trenes "Union Station" de Washington, DC, pero el 90 por ciento siguen viaje a otras ciudades. Ricardo no hizo un viaje de 33 horas en bus, él llegó en avión y no tuvo que pagar el boleto.

En ese vuelo comercial que llegó el 8 de junio venían otros inmigrantes liberados por el gobierno. "Algunos iban a Florida, Filadelfia y Nueva York", contó el único decidido a quedarse en la capital.

Quienes llegan a Union Station son recibidos por voluntarios y empleados de organizaciones comunitarias como CARECEN y Caridades Católicas, quienes les acogen, les dan ropa, comida, un lugar donde dormir o les pagan el boleto para otra ciudad. Pero a Ricardo nadie le recibió en el aeropuerto: llegó hambriento, desorientado y sin un dólar en el bolsillo, y quedó a la deriva en una ciudad desconocida para él.

Ha dormido en el aeropuerto, en la plaza frente a la Casa Blanca y en un albergue del gobierno de Washington en la avenida NY, con personas alcohólicas, drogadictas y con problemas psiquiátricos que se peleaban entre ellos. Allí le robaron la única muda de ropa que tenía.

Después de una angustiante y riesgosa odisea de 4 meses por siete países para llegar a Estados Unidos en busca de seguridad, este refugiado se sintió abandonado, desesperado y con miedo. En la inmediata búsqueda de empleo, alguien le aconsejó ponerse en contacto con El Pregonero.

Se le recomendó acudir a las parroquias de la Arquidiócesis Católica Romana de Washington en busca de ayuda y apoyo espiritual. Ricardo acudió a la iglesia San Camilo de Silver Spring, Maryland. Allí le dieron ánimo y un pan de inmediato, alimentos para llevar, dos camisetas, un poco de dinero que justo ese día habían donado, una lista de lugares donde podría ir a dormir temporalmente y le prometieron pagarle el primer mes de renta cuando consiga un cuarto donde vivir.

Estaba tan agotado, que apenas podía expresar su gratitud. Quienes le recibieron en la parroquia dicen que en él vieron a Jesús y recordaron sus palabras. "Me viste desnudo y me vestiste, sediento y me diste de beber, hambriento y me diste de comer".

La odisea

Garcés (34) es oriundo de la isla de Margarita, en el Caribe venezolano. Vivía en una casa de lujo, con piscina y jacuzzi, pero no tenía ni un centavo para comer. Explicó que con el salario en su país de 5 dólares mensuales no puede mantener a su esposa y sus dos hijos de 8 meses y 3 años.

Trabajaba como policía en el Centro de Investigaciones científicas, penales y criminalísticas. "Si vives en Venezuela y no estás de acuerdo, te convierten en un perseguido (político). Me obligaban a hacer cosas que van en contra de mi consciencia y decidí irme", dijo quien a los cinco días de su partida se enteró de que el gobierno asaltó y vandalizó su hogar.

La odisea comenzó el 14 de febrero -con 100 dólares y sin coyote- sin imaginarse que recién iba a poder pisar suelo estadounidense el 5 de junio de 2022.

Partieron los cuatro para la vecina Colombia, cruzaron el río a la altura de Táchira. Ricardo trabajó unos días vendiendo agua para conseguir dinero, mientras su familia se instalaba en la casa de un familiar pobre. "No quise que vinieran por la frontera porque es muy peligroso", dijo. 

Se adentró a la selva, que la describe como una zona de secuestro, extorsión, corrupción y abuso a los derechos humanos. Empezando la ruta tuvo que pagar 150 dólares a los grupos paramilitares para ingresar. Lo tuvieron retenido en una bodega y querían extorsionarlo, con el argumento de que llamarían a su familia para que enviara dinero. Ese juego no funciona con los venezolanos que emigran porque hasta los traficantes saben que no tiene recursos.

Entonces, a Ricardo no le quedó otra opción que avanzar pagando con su trabajo físico. Cargaba pesados equipajes con comida para un grupo de seis inmigrantes asiáticos, incluso un niño en hombros. Estos indocumentados les pagaban a los extorsionadores para que Ricardo y otros sin dinero cargaran. 

Se formó un grupo casual de 30 que cruzó la selva (haitianos, africanos, cubanos, indios y venezolanos). Cuatro de ellos fallecieron en el trayecto: una inmigrante haitiana obesa que sufrió un ataque al corazón, otro murió ahogado, un joven de 12 años haitiano fue atacado por una pantera cuando estaba durmiendo y a otro le dispararon tratando de huir de un violento grupo que les acorraló.

Eran once hombres portando armas largas en suelo panameño. Ricardo no puede olvidar la impactante imagen de las atrocidades que cometieron. "Violaron a dos mujeres cubanas y una adolescente de 12 años delante de todos, mientras el padre de la niña fue amarrado y golpeado", contó.

En todo el camino se ven cuerpos en descomposición y las familias de esos inmigrantes nunca se van a enterar que murieron ni dónde -dijo quien quedó traumatizado al salir de la selva. 

Después de pasar varios albergues, hizo trabajo comunitario para pagar el transporte en bus hasta Costa Rica. El trayecto incluyó Nicaragua, Honduras, Guatemala y México. 

Ricardo califica de terrible la experiencia en suelo mexicano. Estuvo preso 24 días sin ningún motivo en un retén del Instituto Nacional de Inmigración en Tabasco, Villa Hermosa. "Estábamos hacinados en un sótano y después de una semana nos dejaron hacer una llamada de un minuto. Mi esposa angustiada pasó 57 minutos llorando y 3 segundos después el policía colgó".

Luego de un incendio, les liberaron a todos, excepto a los cubanos porque los delincuentes saben que tienen familiares en EEUU que pueden pagar. Los inmigrantes entonces se ven obligados a firmar un papel comprometiéndose a abandonar México por la frontera sur más cercana. 

Caminó 6 días por territorio mexicano hacia el norte y con ampollas en los pies llegó a un refugio de migrantes donde recuperó fuerzas antes de subirse al tren llamado La Bestia. En la zona Las Piñeras las autoridades revisan a los pasajeros y todos salen corriendo. Con una moto alcanzaron a Ricardo, lo tumbaron y lo trasladaron durante horas hacia el sur. 

Parece que la intención es hacerles la vida difícil y desalentarlos a como dé lugar. Lo tuvieron preso por doce días en el retén La Mosca, ubicado en Tuxtla. "Era peor que el anterior. No hay camas, es un sótano donde 500 duermen juntos en el piso. Los baños son un salón grande sin divisiones, donde la gente se baña y hace sus necesidades frente a otros. Nos dieron comida a punto de pudrirse y no permitían hacer llamadas", recordó Ricardo.

Ante las protestas, soltaron a algunos y él tuvo la suerte de ser liberado.

Se dio cuenta de que estaba pisando el camino ya recorrido: estaba casi en la frontera con Guatemala. Persistente, llegó hasta el tren nuevamente, gracias al dinero que le dio un amigo cubano. Viajó doce largas jornadas en La Bestia, bajándose y subiéndose para no ser arrestado y llegó a Piedras Negras.

Cruzó el Río Grande a la altura de El Paso, TX, sin mayores dificultades. Contó que los agentes de la patrulla fronteriza amablemente les recogieron, les dieron agua y los llevaron a un retén donde les tomaron los datos. 

Después de 24 horas detenido, otros caminantes le pagaron el bus hasta San Antonio, TX. En el terminal le guiaron hasta una Iglesia Católica donde recibió ayuda. "Al azar, dije que quería ir a Washington, pensando que es un lugar seguro. Entonces, me dieron un boleto de American Airlines y me llevaron hasta el aeropuerto", detalló. 

Garcés desorientado por todo lo vivido, no recuerda detalles y no sabe quién le ha pagado el boleto para el transporte aéreo desde la frontera a la capital, pero lo agradece. El Pregonero contactó a la organización We are Home, ya que el inmigrante llegó con esa camiseta a Washington. "Nosotros no compramos ese boleto", dijo la directora de esa campaña nacional.

Los pasajes en avión suelen ser pagados por el Gobierno para transportar a inmigrantes en custodia, de un centro de detención a otro o de una ciudad a otra a los que están en proceso de deportación. Igualmente trasladan a los niños que cruzaron solos la frontera por vía aérea cuando los liberan y los dejan con familiares o patrocinadores. Suelen ser vuelos nocturnos, pero no son operaciones encubiertas ni empezaron con el Gobierno de Biden.

Los pasajes en autobús suelen ser pagados por organizaciones comunitarias para que los recién llegados se reúnan con familiares o amigos. Desde abril, el gobernador de Texas, Greg Abbott se ha dado a la tarea de transportar en bus a los indocumentados a Washington, DC, con fines políticos en medio de su campaña, a fin de crear atención mediática y crisis en la capital, también generar presión en el Congreso y la Casa Blanca para que tomen decisiones sobre el controversial tema.

En las últimas semanas el gobernador ha sido criticado por usar fondos de los contribuyentes para esta iniciativa. Por eso, está pidiendo donaciones privadas, las cuales ya superan los 100 mil dólares.

Futuro en mente

Conectado a Facebook Market le han llovido las oportunidades a Ricardo. En dos días empezó a trabajar en una hielera como ayudante de los conductores. Es un trabajo de temporada a 13 dólares por hora que puede extenderse hasta por 80 horas semanales. Arduo, pero efectivo para el que necesita salir adelante rápido.

"Me siento seguro en Estados Unidos. Quiero trabajar mucho y hacer una vida aquí", dice quien aspira conseguir estabilidad bajo el estatus de asilado. "Aquí no le tengo miedo al gobierno, y quiero vivir en paz y sacar adelante a mi familia, que espero pueda venir pronto".

Aunque no tiene lugar fijo para dormir ni dinero y está pasando necesidades, Ricardo ya le envió la primera remesa a su familia que no tiene qué comer en Colombia. Es su prioridad.

"Aunque tengo hambre en este momento, solo una muda, nada de dinero, y estoy viviendo en la calle, créame que me siento feliz -dijo quien ha perdido 44 libras en la odisea y tiene su primera cita en corte el 7 de julio. 

 

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