El compromiso de defender la dignidad de cada trabajador y la equidad en nuestros centros laborales y comunidades, una exigencia de fe y de justicia, pidió el obispo Evelio Menjívar-Ayala, en una misa celebrada por el Día del Trabajo en la Escuela de Teología de la Universidad Católica de América (CUA).
El obispo Menjívar agradeció a los feligreses presentes y al padre Gladstone Stevens, rector de la Escuela de Teología, por la oportunidad de orar y honrar la dignidad de la sagrada vocación del trabajo y los muchos sacrificios de los trabajadores.
Como los siervos fieles en el Evangelio -indicó-, hoy estamos llamados a usar nuestros talentos con valentía para construir comunidades donde (los trabajadores) sean respetados, las familias estén seguras y unidas, y el trabajo sea honrado como una participación en el amor creativo de Dios.
Señaló que su primera exposición real a los problemas laborales y al movimiento obrero se produjo, en 2012, cuando asistió a una capacitación organizada por el padre Clete Kiley en Chicago. Desde entonces, apoya las iniciativas de los trabajadore, se reúne y ora con ellos, y los alienta a perseverar en sus esfuerzos.
El prelado de origen salvadoreño afirmó que, para muchos trabajadores católicos, los hispanos en particular, el saber que la Iglesia está con ellos es importante para estar seguros de que sus esfuerzos de organización sindical no están en conflicto con la enseñanza de la Iglesia. “Se alegran siempre cuando saben que lo que están haciendo es bueno y deseable por Dios”, acotó.
Subrayó que el trabajo no solo se trata de supervivencia o productividad o de ganar dinero, sino de participar en la acción creativa de Dios y una mayordomía de los dones que Él nos ha confiado.
El trabajo es una vocación, no un castigo. Y al usar nuestros talentos, dados por Dios, somos cocreadores con Él, encargados de cultivar la tierra, cuidar la creación y contribuir al bien común.
Cuando el trabajo se reduce a una mercancía, cuando los trabajadores son tratados como mercancías, el plan de Dios se distorsiona y el trabajo se vuelve opresivo.
El obispo preguntó: ¿Usamos nuestros dones, nuestra voz colectiva con valentía para promover la justicia y la dignidad o si por miedo, apatía o egoísmo, los enterramos, permanecemos en silencio, permitiendo que los sistemas de injusticia y explotación no sean cuestionados?
La Iglesia católica defiende la dignidad de los trabajadores: hace más de 130 años el papa León XIII insistió en el derecho de los trabajadores, salarios justos, descanso, condiciones seguras y la libertad de formar sindicatos.
“Es refrescante y prometedor saber que el papa León XIV tomó su nombre del apóstol del trabajo (León XIII). Esperamos que ponga a los trabajadores como una de sus prioridades”, indicó el obispo Menjívar.
Recordó, también, que el papa Francisco incorporó la visión de León XIII en su encíclica Fratelli Tutti, donde señaló que “el trabajo es una expresión profunda de la dignidad de las personas. Es un camino hacia el crecimiento, el desarrollo humano y la realización personal”.

Una enseñanza urgente
“Muchos trabajadores inmigrantes siguen sufriendo graves violaciones de su dignidad. Ellos cosechan nuestros alimentos, limpian nuestros edificios, cuidan a los ancianos, construyen nuestras casas, preparan y sirven nuestras comidas. Sin embargo, con demasiada frecuencia permanecen invisibles, explotados, mal pagados y temerosos; y, muchos viven bajo la amenaza constante de deportación”, subrayó monseñor Menjívar.
“Cada vez más, son detenidos y tratados como delincuentes. Cuando no protegemos a los trabajadores inmigrantes, no reconocemos el rostro de Cristo en ellos”, sentenció.
Invitó a que “llevemos al altar junto con el pan y el vino, los frutos de nuestro trabajo, las luchas, los temores, las esperanzas y los sacrificios de todos los trabajadores y de todas las personas”.
“Que el Dios que nos formó del polvo, que nos dio un destino común, nos confió talentos y oportunidades, nos conceda el coraje de trabajar por la justicia, de defender la dignidad de cada trabajador y de reconocer en cada persona la imagen de Dios”, concluyó el obispo Menjívar.
Monseñor Menjívar, quien fue el homilista y celebrante principal, concelebró la misa por el Día del Trabajo con el padre Sinclair Oubre, moderador espiritual de la Red Católica del Trabajo.
Trabajo y fe católica
El padre Oubre, director del Apostolado del Mar en la Diócesis de Beaumont, nació en el seno de una familia sindicalista: “Mi padre, mi abuelo y bisabuelo eran carpinteros sindicalizados; construíamos casas en el sureste de Texas”.
En este momento histórico en Estados Unidos, cuando hombres, mujeres y niños tienen miedo de ir a sus centros de trabajo y estudio, el padre Oubre dijo: “Ellos son víctimas de un sistema que les permitió entrar y trabajar (en el país), pero luego, al cambiar las cosas de repente, se sienten incómodos porque les dijeron una cosa y ahora que les piden otra se sienten impotentes ante esta situación”.
“Tenemos que tomar en serio nuestras políticas de inmigración para que nadie tenga que venir aquí ilegalmente y nadie tenga que esperar 12 años para hacerlo legalmente. Debemos modificar este sistema para que quienes deseen venir y formar parte de nuestra experiencia estadounidense puedan hacerlo en un plazo razonable”, concluyó el padre Oubre, quien es miembro del Sindicato Internacional de Marineros como marinero mercante.
Michael Szpak, del sindicato AFL-CIO, quien asistió a la misa, dijo que fe y trabajo tienen mucho en común. Además de compartir valores fundamentales y también preocupaciones, abogamos “por la igualdad, la justicia, la democracia, el derecho de los trabajadores a organizarse y, ciertamente, por una inmigración justa y la democracia que es fundamental en este momento”.
“Queremos apoyar a los trabajadores migrantes y que sepan que AFL-CIO está haciendo todo lo posible para garantizar su seguridad y que puedan vivir con dignidad en este país”, concluyó Szpak.
Don McCrabb, de CLN, recordó que su organización nació a raíz de una huelga severa y un paro laboral en Decatur, Illinois, en 1993 y algunos sacerdotes fueron allí para brindar apoyo.
“Después de haber pasado por momentos difíciles, lo que intentamos es revitalizar esta actividad para que todos los católicos puedan apreciar su vocación por el trabajo, que no es una tarea pesada, sino, como dijo el obispo Menjívar, una participación en el proceso creativo de Dios”, añadió.
“Ahora mismo, para revitalizar esta red, necesitamos recursos, el apoyo de la gente y profundizar nuestra comprensión de las enseñanzas de la Iglesia sobre los derechos de los trabajadores”, acotó Don McCrabb.