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‘El corazón no se cansa de amar’

La hermana Giovana del Santísimo Nombre de Jesús (en cuclillas) se une a la hermana Samaritana del Amor Azotado (izquierda) y a la hermana María Clara del Crucificado para dar comida a un hombre cerca del Mercado de Lexington en Baltimore el 3 de mayo de 2023. Foto/OSV/Kevin J. Parks, Catholic Review

Misterio de fe es creer que el ser humano es imagen y semejanza de su Creador. Y es misterio porque no conocemos ni podemos ver al Creador. Es misterio aún más difícil de entender, porque nos toca vivir una verdad y una mentira que fluye desde la fragilidad de nuestra condición humana. Vivir tratando de ser ‘imagen de Dios’ es en sí, todo el proyecto de la vida espiritual. La fe, como un don sobrenatural, sostiene y adelanta ese proyecto. Pero, bien sabemos, que todos estamos ya impactados por lo errático e impredecible de nuestro comportamiento. Perdemos credibilidad ante nosotros mismos y el desánimo nos afecta hasta el extremo de la incapacidad. La fe se debilita y se pierde la urgencia de la superación personal. De ahí, la gran ventaja que es el llamado frecuente a un examen de conciencia, y a la mirada interior.

Un proverbio, creación de este servidor, es, “porque el amor no se acaba ni el corazón se cansa de amar”. Esa idea es la que ha sostenido todos mis esfuerzos en el curso de mis 62 años de vida religiosa y 58 de vida sacerdotal. (¡Otros, muy queridos míos, han adoptado ya el dicho!). Y es que el azote del cansancio y la consabida inseguridad personal, tampoco se acaban. Añádase a eso, el amarre de ese amor propio, conocido como ‘egoísmo’ que infecta y afecta las buenas intenciones. Toda relación humana viene impactada por la madurez emocional o la falta de ella. Esa característica es la que suple la energía de la perseverancia en el amor y en el actuar con consistencia. Hoy en día todo parece estar enfocado en el engrandecimiento del YO. Se han visto playeras y ‘bumper stickers’ que exhortan a la complacencia personal. Ejemplos como el ‘just do it’ en inglés, que quiere decir, ‘haz lo que te plazca’ y el otro, también en inglés, ‘and so what’, en español, ‘¿y qué?’ Es un afirmar el antojo personal, ignorando totalmente la dimensión de la corresponsabilidad social. Son nuestros jóvenes los que se muestran más impactados por ese ambiente de la modernidad, donde no es importante tomar en cuenta al prójimo.

El eje de la sociedad, como el de la familia, es el ser humano siempre en asociación con los demás. De hecho, es síntoma de alguna anormalidad mental, el encerramiento en uno mismo, rehusando todo tipo de comunicación. Entre más comodidad económica, más es la tentación de aislamiento. Es una expresión de ‘independencia’, de un ‘no te necesito’. Y por supuesto, ese es el riesgo que corremos todos nosotros, según el Señor nos concede el mejorar nuestra situación económica. Muchos de nosotros hicimos grandes sacrificios al emigrar, precisamente buscando un futuro más brillante y prometedor.

Insisto que ‘el corazón no se cansa de amar’, pero también reconozco que ese corazón, humano al fin, sí se cansa y se angustia en tantas situaciones amargas y trágicas que nos toca vivir. Hay un envejecer inevitable, por ejemplo, que va poco a poco invadiendo la vida. Se suman los años y parece que ni nos damos cuenta. ¡Cuando no nos duele el ombligo, nos duele una uña! En este aspecto particular, mucho tiene que ver qué tipo de carácter nos identifica. Los melancólicos y sentimentales, son los que más sufren, pues cualquier tipo de contrariedad le perturba al extremo. Influye también, todo el trasfondo de nuestro desarrollo y crecimiento. ¡O somos campeones, o unos fracasados!

Todo esto ocurre a modo natural y normal. La vida como tal, es errática e impredecible, como ya hemos señalado tantas veces. Tú y yo no podemos controlar el devenir de nuestros días. Pero sí, podemos fijar metas y proyectar una trayectoria deseable. Triste admitirlo, pero desde la pobreza que le toca vivir a muchos, se vive improvisando, todo con la urgencia de poder sobrevivir. Un dicho entre nuestra gente es, ‘el dinero no lo es todo en la vida’…, ¡muy cierto! Sin embargo, es indispensable. Aquí se puede señalar en concreto, múltiples ejemplos o incidentes que se viven en el seno familiar. El corazón no se cansa de amar, pero es afectado por el choque de culturas que nos toca vivir cuando emigramos. Somos seres humanos vulnerables, inseguros, …pero arrogantes.

¡Cuántos malos ratos, simplemente porque el entendido común del vocabulario entre las culturas es distinto! Lo viví cuando fui misionero en México. En varias ocasiones mis estudiantes, originarios de otros países, me cuestionaban, qué era lo que yo deseaba decir. Estaba usando palabras que para algunos tenían un significado diferente, en momentos, inapropiado y vulgar. ¡El amor se parece a ti! Y así es, porque fluye de quién eres, con tu carácter y personalidad distinta. Es interesante señalar que la experiencia conyugal es el ejemplo más común de cómo el amor es lo que hace posible el aguante y la tolerancia, ante las diferencias de cada uno de los cónyuges. Se acaba el amor y el convivir matrimonial se convierte en algo insoportable. De ahí el escandaloso aumento de divorcios.

Pero la lección a aprender en todo esto, es que el corazón no se cansa de amar, de un día para otro. Es todo un proceso de deterioro gradual que, si se toma en cuenta, se puede evitar. Y esta experiencia aplica a toda la vida, en todos sus aspectos. Un sacerdote, una religiosa, como ejemplos concretos, que pierde la unción de su vocación, termina saliéndose. El servicio al Pueblo de Dios como el matrimonio, es todo un proyecto de entrega sacrificada y rechazo al amarre del egoísmo. ¡El corazón no se cansa de amar, cierto, pero la condición humana lo ataja!



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