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El futuro: reflejo del pasado

Vivimos momentos inciertos, de cambios vertiginosos y con poco espacio para meditar sus consecuencias. Sin embargo, está claro que cuando los hechos son inciertos hay un permanente e inevitable peligro de sustituir la verdad con nuestras propias preconcepciones, con nuestros propios prejuicios. Vale decir, que en un incidente confuso –cualquiera que sea– no importa si uno cree en la versión oficial más que la de un transeúnte o viceversa. Al final todo estará en función de nuestras asunciones. En la ausencia de una certidumbre, lo que se necesita es la voluntad de ‘ambos lados’ de conocer la verdad cruda y lironda, sin tamices. Se necesita también un espíritu innovativo para arribar a buen puerto respetando los derechos constitucionales y la dignidad humana de todos. Se necesita un involucramiento popular en la toma de decisiones que bien se podría expresar en una participación cívica activa y dirimente en los procesos electorales registrándose para votar y acudiendo a las urnas a emitir su voto. Algo similar sucede con la seguridad ciudadana que se reclama y exige en todas las sociedades.  Esa seguridad parte de un acuerdo de doble vía: los encargados del orden  trabajan conjuntamente con el público para obtener resultados positivos, al tiempo de establecer una agenda a seguir para garantizar esa seguridad.  Cuando las personas y las comunidades cola-boran con el sistema en el establecimiento de las prácticas y políticas a seguir hay una ‘propiedad compartida’ en lo uno u otro hace, lo que a la larga disipará los debates sobre la legitimidad de las políticas implementadas. Si se ignora a una u otra parte, no solo se deslegitima el sistema, sino que trae consigo un pernicioso escrutinio sobre el trabajo que se hace para dar paso a una ‘falsa narrativa’ de todo lo hecho. La confianza es, pues, una doble vía.

En esa atmósfera asfixiante mucho de lo que creemos será probablemente equivocado. Mas, consideremos o pensemos, por un momento, al presente como si fuera un pasado distante. Si así fuera, cómo serán vistos nuestra pasión por los deportes profesionales, la música popular, los escritores laureados y qué olvidados genios literarios descubrirán  nuestros descendientes. Imaginémonos cuán diferentes –de lo que aparecen ser ahora– serán nuestras realidades. Esta es una exasperante ‘realidad’ si damos prioridad a la multiplicidad cultural que desafía todo tipo de análisis. Nuestra primera preocupación será categorizar a las cosas correctamente, porque la verdad apela al entendimiento de nuestro entorno. Para entender el real impacto de lo expresado, recordemos que la teoría aristotélica del fenómeno de la gravedad tomó un par de milenios en ser superada por Newton. Si la humanidad creyó en algo falso por dos mil años por qué asumir que nuestro actual entendimiento de la gravedad  existirá para siempre. Es más, la teoría de la gravedad de Newton fue superada hace una centuria por Einstein. Moraleja: la ciencia es ampliamente inestable en el marco de la realidad, mas siempre tiende a converger en una verdad predecible. El ejercicio es estimulante en el sentido de conminarnos a la acción y no esperar pasivamente a que las cosas se desarrollen por sí solas o se solucionen por generación espontánea. No hay tal cosa. Lo que debe primar es el compromiso en la acción. La participación activa en la vida cívica y pública de la nación que empie-za por registrarse para votar y acudir a las urnas en las elecciones presidenciales del próximo ocho de noviembre para emitir un voto de conciencia acorde con nuestros principios y valores fundamentales de una nación hecha por inmigrantes.

(La realidad termina siendo siempre más grande de lo que pensamos.)

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