Catholic Standard El Pregonero
Clasificados

Guerra en Ucrania aviva dolorosos recuerdos en centroamericanos

Soldado dispara en medio de la gente durante el conflicto armado en El Salvador. Foto/captura video YouTube

Mientras todo el mundo condena el bombardeo e invasión de Rusia a Ucrania, para muchos inmigrantes centroamericanos ver las imágenes de gente escapando de la guerra y buscando refugio en países vecinos avivan recuerdos dolorosos recuerdos de las décadas de los 70 y 80, cuando los conflictos armados en la región obligaron a miles de salvadoreños, nicaragüenses y guatemaltecos a emigrar a Estados Unidos en busca de paz. 

Cientos de familias decidieron reiniciar sus vidas en el Distrito de Columbia, contando con el apoyo material y espiritual de la Arquidiócesis de Washington, así como de diversas organizaciones humanitarias. Algo similar sucedió en barrios hispanos como “Chirilagua” en Alexandria (Virginia) y Takoma Park (Maryland). 

Las dolorosas escenas del inicio de la guerra en Ucrania destapan el baúl de los recuerdos de los centroamericanos. En doce años los enfrentamientos entre el ejército y la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) provocaron la muerte de más de 75 mil salvadoreños y la migración de cerca de 700 mil personas. 

El saldo de once años de guerra entre las fuerzas armadas de Nicaragua y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) tuvo como saldo 28 mil muertos e impulsó la migración de miles de familias. 

Guatemala vivió un conflicto armado por 36 años en donde Unidad Nacional Revolucionaria Guatemalteca (URNG) y el Estado de Guatemala acordaron silenciar las armas con un saldo de 41 mil muertos, después que 60 mil guatemaltecos abandonaran el país. 

Florentino Méndez, natural del cantón “Piedra Pacha” en San Miguel (El Salvador), al ver las noticias de lo que pasa en Ucrania, recuerda que cuando tenía siete años su padre lo despertó de madrugada y le entregó a su tío Efraín para que escapara de la guerra y se fuera a Estados Unidos.

 “Yo estaba asustado con las balaceras y los muertos por las calles. Recuerdo que viajamos en autos por varios días, luego que cruzamos el río Bravo y llegamos a la casa de una tía en Maryland. Todo era bonito, tranquilo, pero no conocía a nadie, tampoco hablaba inglés, lloraba todas las noches y extrañaba a mis padres. Tuve que esperar tres años para que la vida nos permitiera reunirnos aquí nuevamente. Tenemos que rezar para que termine la guerra”, anotó Méndez. 

Ethel Najar, a los nueve años, vivía feliz en el departamento de Estelí (Nicaragua), pero en octubre de 1979 estalló una bomba en la esquina de su barrio y desde esa fecha los enfrentamientos entre militares y sandinistas nunca cesaron. 

“Todas las mañanas veía desde mi ventana como se recogían los cuerpos de personas muertas o heridas durante los combates nocturnos –cuenta Najar–. Era horrible ver la sangre en la pista. Un día mi mamá nos dijo a mí y a mis dos hermanos que teníamos que salir de allí antes de que una bomba nos destrozara. Durante un mes viajamos en camión y bus hasta llegar a la ciudad de Austin (TX), luego continuamos la travesía hasta instalarnos en la Calle 16 en Washington, DC. El miedo, la desesperación y el horror que produce la guerra no se lo deseo a nadie. A mí me tocó vivir esa horrible experiencia. Pido a Dios que esto termine pronto, que no siga el sufrimiento de la gente inocente”. 

Jeremías Morales, cuando recién había cumplido doce años, tuvo que abandonar su casa en el barrio de Vista Hermosa (Ciudad de Guatemala) y migrar a Estados Unidos por culpa de la guerra. En 1981 llegó a Silver Spring (Maryland) para iniciar una nueva vida, lejos de los enfrentamientos de la Guardia Nacional con los guerrilleros, pero a miles de kilómetros de su familia. 

“En ese tiempo sólo mi mamá y mis tres hermanos menores pudieron salir del país –explicó–. Mi papá era policía y se quedó hasta que se firmó el acuerdo de paz en 1996. Es muy triste abandonar tu casa, tu gente por culpa de la guerra. El miedo reflejado en los rostros de los ucranianos, lo vi en las caras mis padres y hermanos cuando éramos niños”.   

Desde que se inició la invasión de Rusia a Ucrania –el 24 de febrero– miles de personas cargando sus maletas, bolsos y hasta con sus mascotas se arremolinan ante los vagones de los trenes para movilizarse a los diferentes puntos fronterizos del país. El único objetivo es escapar de los bombardeos. 

Hace unos días el cardenal Wilton Gregory, arzobispo de Washington, pidió a la Madre de Dios que proteja al pueblo de Ucrania y que se hagan todos los esfuerzos diplomáticos pata detener la tragedia de la guerra. 

Y en un twitter pidió que elevemos la siguiente oración: “Nos dirigimos a la Madre de Dios, Nuestra Señora Reina de la Paz, y le pedimos que proteja al pueblo de Ucrania y fortalezca a las personas que continúan buscando y persiguiendo un alto diplomático a esta última tragedia de guerra. El ayuno y la oración de este Miércoles de Ceniza es un momento apropiado para pedir paz”.

Secciones
Buscar