Un recién graduado de la escuela católica Don Bosco Cristo Rey (DBCR), quien fue aceptado en 15 universidades a nivel nacional, seguirá sus estudios superiores en la prestigiosa Georgetown University, donde cursará la carrera de psicología gracias a una beca completa de 91 mil dólares al anuales.
“Gracias por ser pobres”, le dijo a su padre que es plomero y a su madre que limpió casas por dos décadas para avanzar en este país. Debido a las limitaciones financieras de sus progenitores, a su talento y a un impresionante promedio académico de 4.47 (GPA), Daniel Martínez Ríos (18) se convirtió en el primero en la familia en ingresar a la universidad.
“No hay que rendirse. Cualquier pared que aparezca hay que cruzarla para salir adelante, tener buenas calificaciones y un brillante futuro”, afirmó.
Precisó que el excelente promedio alcanzado en la escuela secundaria DBCR de Takoma Park, Maryland, lo obtuvo por completar los trabajos, hacer preguntas a los maestros, participar en clase y estudiar fuertemente para los exámenes.
“Daniel se acostaba en la madrugada y se levantaba a las 6 de la mañana para cumplir con sus tareas escolares -dijo su madre-. Mi hijo pudo estar en esa escuela, gracias a sus talentos y al Señor.”
DBCR le dio muchas oportunidades de ayuda financiera a esta familia de pocos recursos económicos.
Ese plantel parroquial ofrece un programa de estudio-trabajo con el cual los estudiantes trabajan, obtienen experiencia laboral y pagan la educación católica privada.
Daniel trabajó en el Hospital de Georgetown, en la rectoría de la parroquia San Antonio (Brookland, DC), en la escuela judía Charles E. Smith y en su propia escuela DBCR. “Es un programa estupendo, nos ayuda a construir nuestro resume y a aprender las bases para poder trabajar”, dijo.
Luego de un extenuante proceso para ingresar a la universidad, optó por la Universidad Georgetown del Distrito de Columbia por su prestigio y para estar cerca de sus padres.
Está participando en varios cursos académicos de verano y comenzará las clases a finales de agosto con mucho entusiasmo.
“Escogí la carrera de psicología infantil porque quisiera ayudar a los niños a ser felices sin barreras como, por ejemplo, el estrés”, dijo.
Su decisión surgió durante la pandemia del COVID-19, cuando la población se vio obligada durante más de un año a limitar el contacto y permanecer en el hogar. “La mayoría de la gente estaba encerrada, muchos se sentían deprimidos y ansiosos; entonces se despertó mi interés por aprender sobre el funcionamiento del cerebro y sobre las emociones”, explicó.
Daniel nació en EEUU y se siente orgulloso de sus raíces hispanas: “Me encantan las tradiciones latinoamericanas, los cumpleaños y otras celebraciones, la música, la comida -en especial la que prepara mi mamá-”.
Él está agradecido con sus padres María de la Luz Ríos y Jesús Martínez, de origen mexicano: “Especialmente mi madre siempre ha luchado por todo lo que es importante para mí. Toda su vida ha puesto sus cosas a un lado para ayudarme”, admitió quien es hijo único.
Afirma que su mamá es una gran trabajadora que siempre lucha por sus sueños y los de su hijo. “Nunca se ha rendido en lo que hace”, dijo Daniel al admitir que su tenacidad es el reflejo del ejemplo materno.
Su madre siempre le repite que “la educación es primordial en este país para salir adelante y cumplir tus sueños” y Daniel se lo tomó muy en serio. También le ha inculcado la fe católica.
“Dios es amor infinito, en Él puedo poner mis preocupaciones, pedirle y agradecerle”, dijo el joven que va cada domingo a misa en la parroquia San Bernardo de Riverdale Park, Maryland, y ahora también participará en el ministerio católico en su universidad.
Los logros académicos de Daniel llenan de satisfacción a María. “Me siento muy orgullosa de mi hijo. Es sumamente inteligente y dedicado al Señor. Todo lo pone en sus manos y lo logra”, dijo.
Daniel tiene disposición de lograr lo que se propone. “Yo puedo hacerlo”, dice y siempre da las gracias y le expresa a su mamá que la ama con todo su corazón.
Este joven reconoce los sacrificios que han hecho sus padres. Jesús cruzó la frontera en 1996 sin documentos y actualmente trabaja por su cuenta haciendo labores de plomería. María de la Luz trabajó limpiando casas por 20 años. El talento y éxito de su hijo les colma de alegría.
