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‘Brújulas’ que guían nuestros pasos

La intuición no es magia sino una brújula biológica con la cual todos los seres humanos estamos dotados. Foto/EFE/archivo

En tiempos en los que todos tenemos algo por lo cual dar gracias, pensando en las responsabilidades del liderazgo, me preguntó: ¿cómo toman decisiones las personas en posiciones de poder considerando las consecuencias de esas decisiones? ¿cómo sopesan los posibles cursos de acción y qué tipo de ‘brújula’ utilizan para guiarlos? En lo que a nosotros respecta, cómo elegimos navegar por la vida y dónde buscamos un sentido de dirección, qué podríamos cambiar sobre las decisiones que tomamos si fuéramos más reflexivos sobre lo que sirve como ‘brújula’ en nuestras vidas. Ciertamente, nuestro sentido de la orientación puede cambiar y cambiar a medida que envejecemos o tenemos experiencias diferentes. Mas, en tiempos de crisis de ideologías, pero no de ideales, mientras haya un pobre en el mundo siempre será un ideal por el que vale luchar. Lo atestiguan personas comprometidas con la justicia y la compasión cuando marchan, abogan y sirven a las familias que viven en un miedo constante preocupadas por el riesgo de la separación familiar. Voluntarios –‘brújulas’– que guían nuestros pasos y acciones en la dirección del cuidado de los demás, que influyen en cómo vivimos, dónde elegimos dirigir y mantener nuestra mirada hacia un sistema de valores que puede terminar teniendo un impacto en la forma en que nos relacionamos con el mundo.

Es algo hermoso ver cómo las personas sirven como puntos de guía en la vida. Sin embargo, las acciones de otros también nos recuerdan los límites y peligros de la devoción ciega. Como, confiando demasiado en otros, podemos encontrarnos –involuntaria o voluntariamente– siendo guiados a ‘sitios’ que perjudican a comunidades más grandes y a nosotros mismos. Como viene sucediendo con la campaña del gobierno contra los migrantes indocumentados que se ha convertido en una de discriminación contra los hispanos. Agentes federales están deteniendo a personas de piel morena y en sus redadas han capturado a ciudadanos estadounidenses y a migrantes legales. Los agentes se basan en perfiles raciales en un país donde el 20 por ciento de la población es latina, la mayoría de ellos son residentes legales o ciudadanos. El gobierno lo hace gracias a la aquiescencia del Congreso y a una sentencia desatinada que la Corte Suprema emitió confirmando el uso de perfiles raciales en las redadas, lo que ha socavado la confianza pública y ha provocado una reacción de indignación y debería ser una afrenta para todos los estadounidenses.

El gobierno ha identificado un problema real –la migración indocumentada– pero ha respondido con una solución destructiva. La solución sigue siendo una reforma migratoria integral que haga que la frontera sea segura, amplíe la migración legal y proporcione una vía hacia la ciudadanía a los migrantes no autorizados que han hecho su vida en Estados Unidos y que, además, son miembros de la sociedad y personas respetuosas de la ley. El país necesita hacer cumplir sus leyes sin aterrorizar a estadounidenses inocentes ni abandonar sus valores. Las políticas migratorias del gobierno –cuyas tácticas violan tanto la ley como la decencia humana– destacan por la brutalidad hacia los migrantes indocumentados y la injusticia hacia los ciudadanos y los migrantes legales. Las máscaras –que usan los agentes– crean la sensación de que el gobierno envía tropas de asalto sin rostro para aterrorizar a las familias. Lo que separa la democracia del autoritarismo, el Estado de derecho de la anarquía y una sociedad decente de una indecente no es solo el objetivo, sino el proceso. El gobierno puede, y debe, reducir la migración indocumentada, pero debe hacerlo de una manera que respete los ideales estadounidenses.

En relaciones, amistades, vida privada o pública, puede ser más fácil de lo que pensamos dejarnos llevar por el impulso de quienes nos rodean sin detenernos a desarrollar, solidificar o respaldar nuestro propio conjunto de valores. De vez en cuando, pero especialmente en tiempos de agitación social y política, puede ser útil hacer una pausa y preguntarnos: ¿son estos los ideales por los que queremos vivir? ¿es este el papel que queremos desempeñar en esta historia en desarrollo?



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