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León XIV, un papa estadounidense con sensibilidad peruana

El papa León XIV saluda a los fieles durante un breve recorrido por la plaza San Pedro de Roma. Foto/CNS/Lola Gómez

¡Habemus Papam! El 8 de mayo todo el mundo tenía los ojos fijos en las pantallas de televisión esperando ver la fumata blanca que en algún momento comenzaría a salir de la chimenea instalada en el techo de la Capilla Sixtina, en Roma, indicando que los cardenales en cónclave habían elegido un nuevo Sumo Pontífice.

Tras el lamentable fallecimiento del papa Francisco, quien se había granjeado el cariño y el respeto de fieles y no creyentes en todo el mundo, la gente esperaba con ansias enterarse de quién sería su sucesor en la cátedra de San Pedro. Finalmente, a eso de las 6:00 de la tarde, hora de Roma, el anhelado humo blanco comenzó a emanar en medio del doblar de las grandes campanas de la Basílica y del bullicio y de los aplausos de miles y miles de fieles entusiasmados, con gritos de alegría y exclamaciones de “Viva el Papa” que llenaban la Plaza de San Pedro.

El nuevo sucesor de San Pedro resultó ser el cardenal Robert Francis Prevost, quien apareció en la logia de la Basílica con el nombre de León XIV saludando con una gran sonrisa y con un gesto bondadoso a la multitud de fieles que lo vitoreaba con gran entusiasmo. Es el primer estadounidense en ser elegido para ocupar la cátedra petrina, como el 267º Papa de la Iglesia Católica y el noveno soberano de la Ciudad del Vaticano.

También es el segundo Papa oriundo de América, el primero de América del Norte, el primero de la Orden de San Agustín y el primero de lengua materna inglesa, después del Papa Adriano IV.

Síntesis biográfica. Hijo de madre española y padre estadounidense, que eran inmigrantes en Estados Unidos, y cuya abuela paterna era francesa y su abuelo paterno italiano, Robert nació y creció en Chicago junto a sus dos hermanos, Louis Martín y John Joseph. Estudió en el Seminario Menor de los Padres Agustinos en su ciudad natal y luego en la Universidad de Villanova, Pennsylvania, donde obtuvo su licenciatura en matemáticas.

Monseñor Prevost comenta sobre la importancia que tuvo para su vocación la amistad con su padre. “Yo tenía mucha confianza en mis padres. Mi familia era y sigue siendo muy unida, aunque mis padres ya han partido con el Señor. Recuerdo cuando hablaba con mi padre, que no era exactamente un director espiritual, pero hablábamos de cosas concretas, como las dudas que pueden inquietar a un joven: ‘Tal vez sea mejor casarse, tener hijos… tener una vida, digamos, normal, como la que conocía en mi familia’. Son momentos de decisiones y discernimiento muy importantes para un joven”.

A los 22 años ingresó al noviciado de la Orden de San Agustín de Saint Louis y se licenció en teología. Luego fue enviado a Roma, donde estudió Derecho Canónico. En 1987, obtuvo su doctorado y ese mismo año fue elegido director de vocaciones y director de misiones de la provincia agustiniana “Madre del Buen Consejo” en Illinois, Estados Unidos.

Además, fue elegido prior general de los agustinos, cargo que ocupó de 2001 a 2013. El papa Francisco lo nombró obispo de Chiclayo (Perú) en 2014, cargo en el que permaneció hasta su traslado al Vaticano en 2023, cuando el papa Francisco lo llamó a Roma para asumir como prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, que lideró hasta ahora.

Según un informe de BBC News, el padre Mark Francis, quien conoció al padre Prevost desde la década de los años setenta, y que asistió al mismo seminario con él en Roma en la década de 2000, dijo que “el cardenal tiene un especial compromiso con la justicia social. Siempre fue amable y cálido, y se mantuvo como una voz de sentido común y de preocupación práctica por la labor de la Iglesia en favor de los pobres."

La Orden de San Agustín, a la que pertenece el nuevo Sumo Pontífice, es una orden mendicante de la Iglesia Católica que existe desde el siglo XIII y se caracteriza por la pobreza, la vida en comunidad y el servicio a los demás. Una de sus aspiraciones es unir los fieles en comunión de mente y corazón para la gloria de Dios. En esta Orden todos los hermanos que la integran se consideran iguales, sin ningún tipo de diferencias por privilegios, títulos o niveles sociales o económicos.

Antes de ser elegido Sumo Pontífice, Monseñor Robert Prevost se había desempeñado en el Vaticano como prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina desde 2023. Muchos lo consideraban un “cardenal latinoamericano” debido a los muchos años que pasó como misionero en Perú, antes de ser elevado a la dignidad de arzobispo.

Apostolado en Perú. Llegado al país en 1985, dirigió un proyecto de formación conjunta para aspirantes agustinos en los Vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac, sirviendo además en las ciudades de Piura, Trujillo y Chiclayo de 1985 a 1986 y de 1988 a 1998.

Durante sus años en Perú, ejerció como párroco, docente de seminario, prefecto de estudios, juez eclesiástico y miembro del consejo consultivo de la diócesis de Trujillo, además de encabezar el seminario agustino en esa ciudad durante una década. En la Arquidiócesis de Trujillo, prestó servicio como vicario judicial (1989-1998) y profesor de derecho canónico, patrística y moral en el Seminario Mayor.

Por otro lado, manifestó su oposición a movimientos que promovían la legalización del aborto, la eutanasia y los derechos LGTB en el Perú. En 2015 participó en una Marcha por la Vida en Chiclayo, y en 2017 promovió la “Marcha por la Vida” en Lima. Entre 2018 y 2023 integró la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), de la que fue vicepresidente segundo; fue también administrador apostólico del Callao entre 2020 y 2021. Es políglota, pues domina el inglés, español, italiano, francés, portugués y quechua, y puede leer el latín y el alemán.

Hablan quienes lo conocieron. Amigos y colaboradores, dentro y fuera de la diócesis, repasan los ocho años que el nuevo Papa vivió en la ciudad de Chiclayo. Lo recuerdan como un hombre tranquilo, conciliador, pero eficiente y decidido a la vez.

Según dicen ellos, era habitual verle por las calles de la ciudad conduciendo su furgoneta, yendo él mismo a comprar comida al mercado para el resto de los diáconos. O cambiando una rueda entre el barro y el agua en uno de sus muchos viajes, de hasta tres horas, a las comunidades profundas de las zonas montañosas de los Andes, incluso en la temporada de lluvias torrenciales. También era habitual que abogara con los grandes empresarios para conseguir fondos, por ejemplo, para instalar plantas de oxígeno durante la pandemia. No alardeaba, no daba lecciones de humildad ni de servicio. De hecho, no hablaba mucho. Simplemente lo hacía. El obispo Robert Prevost predicaba con el ejemplo.

Dice Jesús León Ángeles, coordinador de un grupo católico en Chiclayo que lo conoció desde 2018, que el Arzobispo Prevost era una persona “muy sencilla” que se desvivía por ayudar a los demás.

Según informes publicados en el periódico El País, en Chiclayo llamó la atención, pues la gente no estaba acostumbrada a ver que un sacerdote hiciera lo que él hacía, y más aun cuando a los pocos meses de llegar, al inicio de 2015, el papa Francisco lo nombró obispo. Monseñor Prevost siguió hablando poco, escuchando mucho y conduciendo al supermercado, visitando las 50 parroquias de su diócesis, que comprende 1.2 millones de personas, acudiendo a empresarios y políticos para conseguir fondos y recursos para ayuda social. Además, en cualquier pueblo remoto de los Andes, llevaba siempre su estola para celebrar las misas, administrar la Confirmación o escuchar confesiones cara a cara.

Quienes lo conocieron durante esos años, así como sus colaboradores en la diócesis y gente de su círculo cercano lo describen como una persona muy calmada, tranquila, que no habla más de lo debido, y lo describen como un líder de pocas palabras, pero eficiente y con experiencia para tratar con gente de caracteres y orígenes muy diversos.

Dice Janinna Sesa, quien trabajó codo a codo con él cuando era directora de Cáritas Chiclayo (2015-2024), que “no era el obispo que se quedaba en la oficina, sino que se ponía las botas y el casco y se adentraba en los lugares más inaccesibles para entregar ayuda humanitaria. Fue un elocuente ejemplo para los demás sacerdotes. Nunca tuvo chófer. Al principio nos daba miedo que se fuera sin compañía alguna por caminos difíciles. Pero el hecho de manejar su vehículo le dio un conocimiento total de la región y de la posibilidad de acercarse a los fieles.”

Esto que se reportó queda corroborado por la gestión directa y eficaz que monseñor Prevost llevó a cabo en dos graves emergencias: las inundaciones provocadas por el fenómeno de El Niño y la pandemia de Covid-19. Ante el desbordamiento de los ríos por copiosas lluvias, el obispo no dudó en hacerse presente en los pueblos más afectados con botas de goma y el agua hasta las rodillas. Allí gestionó la provisión de módulos de viviendas para los damnificados, y de toneladas de alimentos y colchones, ayuda que fue muy necesaria y oportuna para los miles de desamparados que dejó la catástrofe.

Posteriormente, con ocasión de la pandemia logró reunir fondos, en un par de semanas, por valor de unos 400.000 dólares mediante una campaña que denominó “Oxígeno para la esperanza”. Chiclayo era una de las ciudades donde hubo más casos de contagio y los pacientes que perecieron fueron incontables. El oxígeno de monseñor Prevost salvó muchas vidas. “Los chiclayanos nunca lo olvidaremos”, añade Janinna, que también se contagió y estuvo internada, pero logró salvarse gracias al oxígeno conseguido por monseñor Prevost.

Testimonios personales. Alonso Alarcón recuerda que monseñor Prevost visitó alguna vez su restaurant y comió ceviche, el muy conocido plato de la cocina peruana. A su vez Hugo Pérez comenta que manejando su taxi lo vio a veces conduciendo una camioneta y dirigiéndose a las aldeas de las periferias golpeadas por las lluvias intensas de 2022.

Ricardo Ulloque, uno de sus feligreses, recuerda haberlo visto una vez con micrófono en mano cantando “I wanna wish you a Merry Christmas”, la popular canción navideña de José Feliciano.

El ahora papa León XIV dejó asimismo huellas en la ciudad de Chulucanas, región de Piura, en la que también ejerció su apostolado. Mildred Camacho, una joven de 28 años, lo recuerda como su padrino. “Al ver que fue elegido Papa corrí gritando a mi padre, ‘Papi, mi padrino se convirtió en el Papa’”, según lo dijo en medios locales.

A comienzos de 2023, Perú experimentó un ciclo de graves protestas contra el Gobierno, que dejaron medio centenar de fallecidos y muchos heridos. “Las muertes en las protestas me causan mucha tristeza y dolor” comentó monseñor Prevost. “Le dije al Santo Padre que quería quedarme en el Perú, pues no era el momento de abandonar el país”, reafirmando así su preocupación por el país.

Creo que todos podemos coincidir en que el Señor nos ha dado un Sumo Pontífice “según su propio corazón”, humilde, santo, entregado y cariñoso. Ahora que está recién comenzando su ministerio como sucesor legítimo de San Pedro, oremos todos con gran amor y esperanza:

“Señor y Dios nuestro, fuente de vida y verdad eternas, concede a tu nuevo pastor, el Papa León XIV un espíritu de valentía y recto juicio, un espíritu de conocimiento y amor. Que, gobernando con fidelidad a quienes le has confiado, como sucesor del Apóstol Pedro y Vicario de Cristo, edifique tu Iglesia como sacramento de unidad, amor y paz para todo el mundo. Amén.”



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