En un momento en el que las personas se sienten impotentes para ayudar a los migrantes y refugiados, los cristianos deben seguir insistiendo en que “no hay justicia sin compasión, ni legitimidad sin escuchar el dolor de los demás”, afirmó el papa León XIV.
En un mensaje de video publicado el 12 de septiembre, el Papa dio su pleno apoyo a la petición del pueblo de la isla italiana de Lampedusa de que la UNESCO reconozca sus “gestos de hospitalidad” hacia los migrantes como un ejemplo de “patrimonio cultural inmaterial” que debe protegerse.
Durante décadas, la pequeña isla, situada entre Sicilia y los países norteafricanos de Túnez y Libia, ha sido un importante punto de llegada para los migrantes de África, Oriente Medio y Asia que buscan una nueva vida en Europa. Sin embargo, muchos migrantes realizan el viaje en embarcaciones inseguras o sin las provisiones necesarias. Barcos naufragados y cadáveres han aparecido en las costas de la isla.
El papa León rindió homenaje a “los voluntarios, los alcaldes y las administraciones locales que se han sucedido a lo largo de los años”, a “los sacerdotes, los médicos, las fuerzas de seguridad y a todos aquellos que, a menudo de forma invisible, han mostrado y siguen mostrando la sonrisa y la atención de un rostro humano a quienes han sobrevivido a su desesperado viaje de esperanza”.
Pero el Papa también señaló las divisiones políticas y las reacciones negativas que han acompañado a la continua llegada de migrantes y refugiados a Lampedusa.
“Es cierto que con el paso de los años puede aparecer el cansancio. Como en una carrera, podemos quedarnos sin aliento”, dijo. “Las dificultades tienden a sembrar dudas sobre lo que se ha hecho y, a veces, incluso nos dividen. Debemos responder juntos, permaneciendo unidos y abriéndonos una vez más al aliento de Dios”.
“Todo el bien que han hecho puede parecer una gota en el mar”, dijo el papa León a los habitantes de la isla. “Pero no es así, ¡es mucho más que eso!”.
Muchos de los migrantes, entre ellos madres y niños, nunca llegaron a la costa y desde las profundidades del mar “claman no solo al cielo, sino a nuestros corazones”, dijo. Otros murieron y están enterrados en Lampedusa “como semillas de las que un nuevo mundo anhela brotar”.
Pero, dijo, “gracias a Dios, hay miles de rostros y nombres de personas que hoy viven una vida mejor y nunca olvidarán vuestra caridad. Muchos de ellos se han convertido en trabajadores por la justicia y la paz, porque la bondad es contagiosa”.
El papa León dijo que su agradecimiento es el gracias “de toda la Iglesia por su testimonio” y pretende renovar el agradecimiento del difunto Papa Francisco, que hizo de Lampedusa el primer viaje oficial de su Papado. Dijo que esperaba poder visitar también él la isla pronto.
La hospitalidad y la acogida de los isleños, dijo, son “un baluarte de la humanidad, que las discusiones ruidosas, los miedos ancestrales y las políticas injustas intentan erosionar”.
“La ‘globalización de la indiferencia’, que el papa Francisco denunció desde Lampedusa, parece haberse convertido hoy en una globalización de la impotencia”, afirmó el Papa León.
Gracias a los medios de comunicación, la gente es más consciente de “la injusticia y el sufrimiento inocente”, dijo, pero cada vez más “corremos el riesgo de quedarnos quietos, en silencio y entristecidos, abrumados por la sensación de que no se puede hacer nada”.
La gente se pregunta: “¿Qué puedo hacer ante males tan grandes?”, dijo.
“La globalización de la impotencia es fruto de una mentira: que la historia siempre ha sido así, que la historia la escriben los vencedores, lo que hace parecer que no podemos hacer nada”, afirmó el Papa. “Pero eso no es cierto: la historia es devastada por los poderosos, pero es salvada por los humildes, los justos, los mártires, en quienes brilla la bondad y perdura y se renueva la verdadera humanidad”.
El antídoto, dijo el Santo padre, es trabajar para crear “una cultura de la reconciliación”.
“La reconciliación es un tipo especial de encuentro. Hoy debemos encontrarnos unos con otros, sanar nuestras heridas, perdonarnos mutuamente por el mal que hemos hecho, e incluso por el mal que no hemos hecho pero cuyas consecuencias aún soportamos”, dijo el Papa. “Hay tanto miedo, tantos prejuicios, tantos muros, incluso invisibles, entre nosotros y entre nuestros pueblos, como consecuencia de una historia herida”.
Si bien el miedo y el mal pueden transmitirse de una generación a otra, también puede transmitirse la bondad, afirmó.
“Debemos reparar lo que se ha roto, tratar con delicadeza los recuerdos dolorosos, acercarnos unos a otros con paciencia, ponernos en el lugar de las historias y el sufrimiento de los demás, y reconocer que compartimos los mismos sueños y las mismas esperanzas”, dijo el Papa León. “No hay enemigos, solo hermanos y hermanas. Esta es la cultura de la reconciliación”.