Luego de una lluvia vespertina, un tapiz de fe y cultura procesionó alrededor de la iglesia católica San Bernardo de Claraval en Riverdale, Maryland, donde -en misa celebrada el 20 de septiembre- el obispo Evelio Menjívar describió a la congregación como un mosaico vivo de pueblos y tradiciones unidos en una sola fe.
Los artistas de La Danza de los Tecuanes, una tradición folclórica del sur de México que combina teatro y narración de historias, encabezaron la procesión representando a un jaguar que amenaza a una aldea hasta que los cazadores restauren la paz.
El drama fue representado por artistas con máscaras de madera tallada acompañados de música. Transmitido de generación en generación, el baile continúa en las ciudades del sur de México como festividad y devoción.
Las notas altas de una flauta de caña se entrelazaron con el ritmo constante de un pequeño tambor hecho a mano, marcando el ritmo, mientras bailarines y fieles con trajes tradicionales lideraban el camino. Los jóvenes portaron banderas de América Latina y el Caribe en una procesión que abrió la misa conmemorativa del Mes de la Hispanidad.
El Mes Nacional de la Herencia Hispana, que se celebra del 15 de septiembre al 15 de octubre, reconoce las historias, culturas y contribuciones de los estadounidenses cuyos antepasados vinieron de España, el Caribe, Norte, Centro y Sur de América. La celebración honra las diversas tradiciones y el impacto continuo de las comunidades hispanas en Estados Unidos.

El obispo Menjívar al dar la bienvenida dijo: “En esta celebración del Mes de la Herencia Hispana, nos reunimos en esta parroquia joven y multicultural para dar gracias a Dios por la rica diversidad de nuestra Iglesia y reavivar la esperanza que nos sostiene. Esta diversidad de pueblos, culturas y lenguas unidas en una sola fe es lo que nos hace verdaderamente católicos, es decir, una Iglesia universal que no conoce fronteras”.
El obispo invitó a la congregación a ver la cultura como un don que fortalece la misión.
"Nuestra Iglesia, nuestra fe, es un mosaico de culturas hispanas representadas aquí, pero también de culturas latinoamericanas, ya que debemos incluir a Brasil y otros pueblos que no necesariamente hablan español", dijo. Nombró devociones compartidas y virtudes diarias como hilos dentro de ese mosaico. "A la Iglesia también hemos traído nuestro amor por la familia, nuestra solidaridad con nuestro prójimo y los necesitados, y nuestro amor por el trabajo".
Predicando dentro del Año Jubilar de la Esperanza, el obispo Menjívar habló de los viajes que muchos en la comunidad han hecho: "Como inmigrantes enfrentamos muchos desafíos, pero creemos que Dios camina con su pueblo peregrino. Sí, somos migrantes, pero sobre todo somos una Iglesia peregrina de esperanza que no pierde la fe, que no deja de rezar ni de practicar la caridad y la cercanía a los demás".
St. Bernardo ha sido designada como una de las iglesias del Año Jubilar en la Arquidiócesis Católica Romana de Washington.
Animó a los fieles a recordar su propósito como testigos. "Como personas que conocen a Cristo, ya no somos solo inmigrantes, somos misioneros", dijo.
El obispo enfatizó el amor como fundamento de la misión. "El amor lo cambia todo. El amor puede hacer todo", dijo. Citando a San Pablo, agregó: "Todo lo puedo en aquel que me fortalece".
También instó a orar por los líderes y a la perseverancia en la reconciliación.
"El Papa nos llama a actuar juntos, a permanecer unidos, a abrirnos al Espíritu de Dios en comunidad. Dice que debemos convertirnos en 'expertos en reconciliación'", precisó.
Las oraciones de los fieles reflejaron las preocupaciones de la comunidad. Las peticiones pedían que la Iglesia fuera un instrumento para la fraternidad y la justicia, que los migrantes se mantuvieran seguros y tratados de manera justa en el trabajo, que cesaran la violencia y la pobreza, que la comunidad hispana en la arquidiócesis fuera guiada y unida por el Espíritu Santo, y que los difuntos fueran bienvenidos a la luz del Reino de Dios.
Después de la bendición final, la celebración se trasladó a los terrenos de la parroquia para el compañerismo y las actuaciones culturales. Largas mesas llenas de platos de muchos países se convirtieron en un atlas de hospitalidad, mientras que las familias se reunían cerca de altares dedicados a varias naciones y devociones marianas.
Las exhibiciones presentaban símbolos nacionales y culturales, banderas e imágenes de Nuestra Señora, destacando la herencia de las comunidades representadas.
En su homilía, Mons. Menjívar describió la reunión como un mosaico vivo, una Iglesia unida en la fe a través de muchas voces. Vinculando esa unidad a la obra de la esperanza, recordó a los fieles los objetivos sencillos compartidos por muchas familias.
"Al final del día, todos queremos las mismas cosas: vivir en paz, ver a nuestros hijos crecer seguros, tener pan en la mesa, compartir la vida con alegría", dijo. Nuestro vecino no es nuestro enemigo".