A los inmigrantes que esperan una reforma migratoria en Estados Unidos, el nuevo obispo auxiliar de Washington, Evelio Menjívar-Ayala, les dijo que no pierdan la fe y “no se rindan, porque nada es imposible para los que creen”.
En el quinto domingo de Cuaresma, en una misa con la comunidad filipina en la iglesia St. Columba en Oxon Hill, Maryland, el prelado destacó la larga espera de los indocumentados por resolver su situación legal en este país y les envió un mensaje de esperanza a ellos y a la comunidad en general.
“No te rindas es el mensaje del evangelio según san Juan. Esta promesa es para todos: Si tú crees, verás la gloria de Dios”, dijo monseñor subrayando que Jesús resucitó para darnos vida, vida en abundancia y eterna.
La misa conmemoró la Fiesta de San Pedro Calungsod, un joven católico de Filipinas que fue martirizado en 1672, y el obispo aprovechó su homilía para hablar sobre la vida del santo.

“San Pedro era un misionero, un catequista, en Guam, y cuyo amor a Dios nos inspira”, dijo el homilista al visitar la Iglesia St. Columba en Oxon Hill, Maryland.
Es emocionante ver como la comunidad de fe se reúne más de 300 años después para recordarlo en el área metropolitana y honrarlo como el santo patrono de Filipinas y de los jóvenes. “San Pedro intercede por nosotros”, clamó el obispo en el servicio auspiciado por la Oficina de Diversidad Cultural y Alcance Comunitario de la Arquidiócesis Católica Romana de Washington.
La conmemoración incluyó el rezo del rosario, la bendición de la imagen de San Pedro, una procesión que incluyó a niños vestidos como el patrono y la presentación de un video sobre la vida del santo.
Concelebraron la misa el Patrick Agustin, capellán de la comunidad católica filipina en la arquidiócesis y vicario parroquial de la iglesia San Martín de Gaithersburg; y también el padre Gary Villanueva, párroco de la iglesia St. Columba, ubicada en 7804 Livingston Rd., Oxon Hill, Maryland.

En memoria del santo
San Pedro Calungsod nació en una región de la diócesis de Cebú. A sus 14 años (1668) era uno de los catequistas ejemplares elegidos para acompañar a los misioneros jesuitas españoles a las Islas de los Ladrones (Islas Marianas).
Fue a Guam -acompañando al padre Diego San Vitores- para catequizar a los chamorros nativos y al poco tiempo, un criminal de Manila exiliado allí, empezó a difundir rumores de que el agua bautismal utilizada por los misioneros era venenosa. Ya que algunos niños enfermos que fueron bautizados murieron, muchos le creyeron y acusaron a los misioneros.
El jefe de la aldea de Tumon, Matapang, estaba decidido a matar a los misioneros. A escondidas del jefe, el sacerdote y el catequista bautizaron a sus hijas, lo cual desató la ira de Matapang y provocó el violento asesinato de Calungsod y San Vitores.
Con ayuda de un cómplice (Hirao), desnudaron los cuerpos de sus víctimas, les ataron piedras a sus pies y arrojaron los cadáveres al agua.
Recién en 1980, el arzobispo de Cebú, el cardenal Ricardo Vidal, inició el proceso con el Vaticano para la beatificación de Pedro Calungsod -dicha ceremonia ocurrió el 5 de marzo de 2000 en la Plaza de San Pedro de Roma.
Un milagro ocurrido en 2003, lo convirtió en santo. Una mujer de Leyte (región natal de Pedro) sufrió un infarto y fue declarada clínicamente muerta. El médico que la atendía invocó la intercesión de Calungsod y a las dos horas la paciente revivió.
Fue el papa Benedicto XVI quien canonizó a Pedro Calungsod el 21 de octubre de 2012, 340 años después de su muerte. Es el único sin reliquia de primera clase expuesta a la veneración ya que su cuerpo fue arrojado al mar. El cuchillo con el que se cortó la cabeza y el cuello del hoy santo se venera actualmente como reliquia de segunda clase.
San Pedro se convirtió en el segundo santo filipino, luego de San Lorenzo Ruiz de Manila.