Casi 200 feligreses estadounidenses comprometidos con la justicia, compasión y solidaridad caminaron -el domingo 16 de noviembre de 2025- en procesión por las calles de Langley Park en unidad, oración y apoyo a los migrantes.
“Pedimos que paren las deportaciones porque no es justo lo que está pasando. Los inmigrantes trabajamos para mantener a nuestros hijos y nuestro único delito es trabajar ‘sin papeles’, pero no dependemos del gobierno”, dijo la inmigrante guatemalteca Irma J. (45).
Está preocupada por sus hijos y el riesgo de la separación familiar, también reconoce que siente miedo.
Llegó a Estados Unidos en 2001 y ha salido adelante limpiando casas. Tiene tres hijos estadounidenses y un cónyuge residente permanente; pero ella está en el limbo legal. Empezó el trámite de legalización hace seis años, pero aún no tiene ni el permiso de trabajo así que está en riesgo de ser detenida por los agentes de inmigración.
La feligresa de San Camilo asegura que la comunidad está sufriendo.
Por el temor a las redadas y por la situación económica, los inmigrantes evitan salir a la calle, entonces los negocios están paralizados en barrios latinos como Langley Park.
Los precios han subido y las familias evitan gastos extras y prefieren ahorrar en este ambiente de incertidumbre. “No hay gente. Los restaurantes y lavanderías están vacíos. Incluso los dueños de negocios están preocupados y no quieren que les pase nada a sus clientes”, expresó Irma.
Los que se dedican a la construcción no tienen otra alternativa y tienen que ir a trabajar corriendo riesgos; y, a la iglesia vamos con miedo, pero con fe, dijo
“Los hijos no quieren que sus padres salgan a la calle e incluso los niños ciudadanos sienten miedo” por su seguridad y la de su familia, según Irma.
Hay esperanza
Irma contó que cinco ahijados suyos que viven en el sector quedaron a la deriva, en noviembre, porque los padres en las dos familias fueron deportados. Ahora las mamás son el sostén del hogar y los feligreses tratan de apoyarlos en la medida de sus posibilidades para que salgan adelante.
Otoniel Pérez, miembro de los franciscanos seglares, también participó en la procesión consciente de la grave situación: “Hay dolor, ansiedad, estrés, familias sumidas en el temor, quebrantándose. Pero también hay esperanza, hay personas dispuestas a ayudar, hay programas y servicios disponibles para ellos”.
“Los padres que no están en riesgo están ayudando a los que sí están en riesgo”.
“La procesión de solidaridad Cabrini” fue organizada por el Comité de Apoyo a los Inmigrantes de la parroquia San Camilo. El grupo partió desde la escuela primaria Langley McCormick y recorrió varias cuadras hasta regresar al mismo punto. En el trayecto, fue emotivo ver a las familias del vecindario asomándose en las ventanas saludando a los caminantes.
Los caminantes portaban carteles que rezaban: “Juntos somos fuertes”, “Estamos contigo”, “No más secuestros ilegales de ICE”, “Mantengan a las familias unidas”, “Basta de deportar a nuestros vecinos”, “Los inmigrantes hacen grande a Estados Unidos”, “Apoyamos a las familias inmigrantes”, “No al odio, no al miedo. Los inmigrantes son bienvenidos”, “No están solos, caminamos con ustedes”, “Los inmigrantes construyeron este país”.
El vicario parroquial de San Camilo, padre Juan de la Cruz, extendió la invitación convencido de que esta caminata es “una expresión de apoyo a nuestra comunidad inmigrante en Langley Park, que está siendo profundamente afectada por las recientes acciones de ICE”.
Y casi doscientas personas respondieron a su llamado a “caminar juntos por el vecindario en un espíritu de unidad, oración y apoyo a nuestra comunidad inmigrante”.
Titularon a la movilización “Cabrini” en honor a la santa patrona de los inmigrantes que trabajó incansablemente para apoyar a los extranjeros que llegaban a esta nación a final de los años 1800 y principios de 1900. En su canonización, el papa Pío XII dijo que ella “les extendió una mano amiga, un refugio para protegerse, alivio y ayuda”.
“Tenemos que continuar la labor de la Madre Cabrini, seguir en oración y solidaridad con nuestros hermanos/as inmigrantes que viven con miedo y desesperación”, dijo Erick Marquina a la multitud.
“Señor: Danos fortaleza para alzar la voz, caminar, abogar por nuestros hermanos, y ayúdanos a ser constructores de paz”, dijo el padre Juan.
Yamileth Amaya compartió el testimonio de un solicitante de asilo de Camerún que cruzó el Tapón de Darién, uno de los lugares selváticos más peligrosos del mundo, para poder ingresar a EEUU.
“Me vi obligado a dejar su país hace un par de años para emprender un viaje que me cambió para siempre. Crucé cargando solo con mi fe, un coraje que no había descubierto y una frágil esperanza”.
Reconoce en su mensaje que el Darién es símbolo de desesperanza, hambre, miedo y dolor. Luego de cruzar la frontera, pensó que lo peor había pasado, pero supo que no es cierto. “La migración no termina en la frontera, persiste en la silenciosa soledad de estar lejos de casa”.
Aunque extraña a su familia, en la Iglesia Católica ha encontrado hermanos que le tratan con amabilidad y dignidad. Así su esperanza fue creciendo y supo que Dios no le había abandonado. “La migración no es una maldición, es un llamado, es una oportunidad para que la humanidad practique la misericordia, la solidaridad y la justicia”, dijo en su mensaje.
“Ustedes no están solos. Los apoyamos, abogamos por ustedes y oramos para que este tiempo oscuro pase pronto”, dijeron los caminantes a los indocumentados que viven en las sombras y el miedo.
