Catholic Standard El Pregonero
Clasificados

Una jornada, muchos caminos

Niña hispana y su madre participan de una jornada de reflexión en la Arquidiócesis de Washington. Foto/Mihoko Owada

A través de la historia, se ha dicho que la vida del ser humano es como un viaje, una jornada del vientre de la madre al vientre de la tierra. La vida, siendo el regalo más preciado del Creador, se enriquece a modo indescriptible por el don del amor. Siendo un don, es puro regalo de Dios. Es esa fuerza divina la que motiva la vida del ser humano día a día. La jornada es usualmente rutinaria, impulsada siempre por el deseo y el empeño de vivir, de amar y ser amado. Desde la adolescencia, se comienza a despertar una inquietud de búsqueda, de realización personal. Es la etapa delicada del despertar sexual, de una energía conocida como ‘ambición’, que se centra en el YO. Domina la vida, ‘lo que yo quiero, lo que me place, lo que se me antoja.’ De ahí, el aprender que existen límites, el aceptar la importancia de una disciplina que engrandece todo el concepto del libre albedrío. Los derechos y privilegios de cada cual se extienden hasta enfrentarse a los derechos y privilegios de los demás. Madurez emocional y psicológica es precisamente reconocer y respetar esos límites.

Según la doctrina católica, existen tres estados de vida: el soltero, casado y el religioso. Cada uno es libre es su decisión de escoger cual es la voluntad de Dios para sí. Recuérdese que en tiempos pre-Vaticano II, se denotaba el estado religioso como el estado de ‘perfección’. Obviamente, sugiriendo un cierto prejuicio hacia los otros dos estados. Se infería, lamentablemente, que los ‘flojos’, ¡se casaban o quedaban solteros! Gracias a Dios, que esa mentalidad va cambiando poco a poco. Todos están llamados a la santidad, indistintamente del estado de vida. A eso se refiere el tema sugerido, ‘Una jornada, …muchos caminos’. La única meta es un profundo amor a Dios y un vivir en consonancia con ese amor. Los muchos caminos son de acuerdo al llamado que cada cual escoge, según le dicta su corazón y su conciencia. El llamado a la santidad fluye de la vocación bautismal. Ese llamado es universal. Cada uno, en igual dignidad, escoge lograr su santidad viviendo con fidelidad el estado de vida que libremente escogió, de acuerdo a los designios de Dios.

En lo cambiante de la vida y a través de todas las etapas que son parte de la vocación recibida, el tesón de la fe es lo que sostiene al creyente en su jornada personal. Las casualidades no existen, excepto para los no creyentes. Hay un plan divino para cada ser humano. Nuestra cultura hispana está inmersa en un sentido profundo de lo sagrado. De ahí, la naturalidad con que el pueblo cristiano expresa un ‘si Dios quiere’ cuando se refiere a algún plan para el futuro. Se insiste que la doctrina católica no cree en la predestinación. Y esto, porque tal creencia es contraria al don del libre albedrío. Dios no controla la vida como lo hace un experto en marionetas. Se cree y se ama a Dios si así lo decide el individuo. Este punto ha sido controvertido a través de la historia de la Iglesia. Aún hoy, no todos entienden la voluntad de Dios, especialmente en situaciones de tragedia. “¿Cómo es posible que Dios permita tal cosa?”, se preguntan. Y es que, en situaciones de desespero, se desea que Dios interviniera. Sería eso entonces, un Dios de conveniencia, un Dios utilitario. (¡Tipo Chapulín Colorado!)

Todos han vivido retos y desafíos que son parte normal del amarre del pecado con que se nace. Esas situaciones de angustia muestran lo frágil de la condición humana. Los Santos y especialmente los mártires que se veneran, no estuvieron exentos a las mismísimas pruebas del diario vivir. Amando profundamente a Dios, su jornada de santidad fue igual a la de todos los cristianos. ¡Su vida ordinaria fue vivida a modo extraordinario, siempre con un empeño incansable de amar y servir a Dios! Existen múltiples ejemplos de ese ardor apasionado por Dios y su reino, en todos los estados de vida. De hecho, el santoral de la Iglesia incluye a solteros, religiosos y matrimonios santos que inspiran y estimulan a todos hacia la santidad.

De gran provecho sería admitir que el problema existente en la Iglesia, muchas veces, ` ha sido de retratar la vida de los Santos como algo tan extraordinario, tan más allá de lo común, que parece ser imposible vivir una vida como la de ellos. Cierto, el propósito era inspirar a otros, pero no al extremo de sugerir que esa santidad es como algo fuera del alcance normal. El llamado de todos los bautizados es amar a Dios de tal manera que toda la vida se desarrolla a la luz de ese amor. Al efecto, el gran San Agustín (354-430) decía: “Nuestros corazones han sido hechos para ti, oh, Dios, y nunca descansarán hasta que descansen en ti”. El corazón humano late con un hambre de amor y de eternidad. Ese es otro ejemplo de la creencia católica, que Dios creó para vivir y morir amándolo a Él. La vida, según es conocida, finalmente culmina en la muerte, el encuentro con la eternidad de Su amor divino. ¡Para eso se nace y se muere!

La jornada es propiamente, la vocación recibida. Los muchos caminos se refieren a la manera que cada uno libremente escoge vivir su vida. En fidelidad a su conciencia, se vive el llamado recibido…, con la convicción de que logrará lo prometido en el bautismo. ¡Dios es siempre fiel!



Cuotas:
Print


Secciones
Buscar