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‘Árboles y amores, mientras tengan raíces tendrán hojas y flores’

La fe católica es el denominador común, pero sus múltiples expresiones regionales, se prestan para situaciones difíciles en el ámbito de crear una sólida comunidad parroquial. Foto/archivo OSV

Y como diría el afamado Cantinflas, “Ahí está el detalle…” Es una verdad no siempre evidente, ni mucho menos tomada en cuenta. Amerita una explicación del por qué se trae a la consideración este tema. El amor, como experiencia sublime, no siempre es manejada adecuadamente. El amar obsesiona y confunde, pues no todos están preparados ni son capaces de vivir la experiencia. Por eso se insiste en repetir la verdad de que ‘el amor es más grande que la vida’. ¡Y se trata de las raíces! En este contexto, por raíces entendemos el conjunto de todo lo que le toca vivir al ser humano, desde el vientre de su madre hasta la vida adulta. Sin adherirse a la teoría fatalista freudiana de que el ser humano es siempre víctima de su pasado, se reconoce de cómo ese pasado influye en el presente.

Obviamente, el pasado no se puede cambiar. Pero sí, es necesario tomarlo en cuenta cuando se considera lo que sucede en el presente. La analogía es válida y útil cuando se compara el manejar la vida a un conductor de un auto. No se debe de proceder hacia adelante sin estar pendiente del pasado a través del espejo retrovisor. Lo sucedido en ese pasado, sin duda, ayuda a entender lo que está ocurriendo en el presente. Aún más, es necesario considerarlo si se desea evitar los mismos errores. La codiciada felicidad no siempre se logra y mucho tiene que ver esa conciencia del pasado. Algunos ejemplos concretos serían el no haber conocido a un papá o una mamá, o el no saberse miembro de una familia. Otro, el medioambiente donde se desarrolla la vida desde la infancia. Criarse en la pobreza, en el no tener recursos financieros, muchas veces influye en todo el desarrollo del carácter y la personalidad. Usualmente hay timidez y encerramiento en sí mismo. El miedo al riesgo, domina toda la conducta e impacta en gran manera, la relación con los demás.

Las raíces de cada individuo se detallan mirando la experiencia desde el vientre de la madre. Un embarazo no planeado ni deseado, comunica al embrión todo un sentido de no aceptación. Sorprendente como lo es, cuando esa criatura comienza todo su desarrollo, lo hace ‘en retraso’. O sea, se tarda en aprender a caminar, pronunciar sus primeras palabras y, en general, sus destrezas sociales. La inseguridad lo paraliza e impide superar el riesgo que implica ‘salir de su pequeño mundo de seguridad’. Agrava todo ese desarrollo personal, cuando los adultos que, en su ansiedad, pierden la paciencia y dejan entonces de continuar motivando la criatura.

Aventaja al pueblo hispano, quien en general, se mantiene consciente de sus antepasados y, usualmente, se identifica con gran orgullo de su descendencia. Si se habla de la cultura hispana, se debe de reconocer la gran variedad y matices que existen en sus muy variadas expresiones. ¿Quién habla mejor el español? Esa pregunta, como todos saben, ha causado grandes discusiones y agitados argumentos. Los caribeños tienen su propio matiz que difiere con los sudamericanos. Los colombianos no hablan como los ecuatorianos ni los bolivianos como los argentinos. Entonces, ¿quién habla el mejor español?

El orgullo patrio es algo saludable y, aun, necesario para aquellos que han emigrado. Interesante notar que, el pueblo hispano, constituye hoy por hoy, la minoría más grande en Estados Unidos. (Esto se había proyectado ya desde la década de los 80). Es en la parroquia multicultural donde, con frecuencia, se desarrollan debates en todo un juego de poder. Por ejemplo, ¿de qué nacionalidad es la secretaria parroquial? Se interpreta que ella ocupa una posición de poder en la parroquia. Se acude a ella como mediadora de las necesidades de los feligreses. Todos hemos ya vivido experiencias difíciles y poco cristianas en ese renglón. Desde el punto de vista sociológico, el fenómeno de la multiculturalidad tiene su propia dinámica interna. Si en una parroquia algún grupo nacional constituye una mayoría, la inclinación es que ese grupo domine toda la actividad pastoral. La fe católica es el denominador común, pero sus múltiples expresiones regionales, se prestan para situaciones difíciles en el ámbito de crear una sólida comunidad parroquial. Un ejemplo concreto que ocurre con frecuencia, son las fiestas patronales. ¿Cuál fiesta es más importante, el Divino Niño o la Inmaculada? ¿Cuál es más poderosa, la Guadalupana o la de la Caridad del Cobre? ¡Ay bendito! Es el pobre párroco quien lleva la pesada carga de responder pastoralmente a sus feligreses. Pero es a él, junto con su Consejo Pastoral, a quien le toca decidir que fiestas patrias se pueden celebrar en grande. ¡Cuántos feligreses se han ido de una parroquia, precisamente, por incidentes como esos! ¿Acaso se es más patriótico que católico? Las raíces patrias son profundas e importantes para la salud mental, pero no deben ser motivo de conflicto en la celebración de la fe católica. Se recuerda pues el proverbio, ‘árboles y amores, mientras tengan raíces tendrán hojas y flores’.



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