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“Dios no es un cajero automático’, dice obispo Menjívar en celebración del Divino Salvador del Mundo

El obispo auxiliar de Washington Evelio Menjívar encabeza la procesión en honor del Divino Salvador del Mundo, patrono de su país, el 10 de agosto de 2024 antes de la misa celebrada en la cripta de la Basílica de la Inmaculada Concepción. Foto/AA

Erróneamente, “buscamos a Dios como un cajero automático y vamos a la Iglesia con una larga lista de peticiones como si fuéramos al supermercado”, expresó el obispo Evelio Menjívar, quien precisó que “a Dios se le busca para crecer en amistad con él y crecer en santidad”, durante la misa en honor al Divino Salvador del Mundo celebrada en la Basílica de la Inmaculada Concepción, el 10 de agosto de 2024.

“Estamos reunidos para celebrar la fiesta del patrono de la república que orgullosamente lleva su nombre”, dijo ante una cripta colmada de fieles. Monseñor celebró la presencia de niños y jóvenes y la interpretó como “una señal de que los padres están haciendo su trabajo de transmitir la fe y conservar las tradiciones”.

Aprovechó para hablar del Evangelio de la prosperidad: “Muchos cristianos católicos se han dejado llevar por la idea del materialismo práctico convertido en religión. El fin último de esa espiritualidad no es Dios, sino el puro anhelo de superación personal y de bienestar material”.

El obispo dijo que si bien no es malo estudiar, trabajar duro, progresar y procurar el mayor bienestar para uno mismo y la familia, “no podemos equiparar la salvación de Cristo con estas realidades pasajeras”.

El obispo dijo que al llegar la vejez, la soledad, las enfermedades -y no llega la tan ansiada riqueza- las personas maldicen, reniegan, se desesperan y dejan de creer en Dios o se cambian de religión. Y si logran sus metas materiales que se proponen, lo que ocurre muchas veces es que dejan de ir a la iglesia y de orar.

“Nos acordamos de Dios cuando estamos mal. Cuando estamos bien nos olvidamos de Él. No podemos buscar a Dios solamente por el bienestar, para que nos solucione los problemas de salud o nos haga milagritos. Eso no es fe, eso es interés”, dijo el obispo.

“Buscamos a Dios como a un cajero automático y pensamos que cada vez que hacemos una acción buena, sube nuestro récord de crédito. A Dios se le busca para reconocerlo como El Salvador, para crecer en amistad con Él y en santidad”.

Se nos enseña que “busquemos el Reino de Dios y lo demás llegará por añadidura”. El obispo argumenta que frecuentemente los católicos no buscan el Reino de Dios sino la añadidura. Ya no se conforman con pedirle a Dios “el pan nuestro de cada día”, sino que piden el auto último modelo, la casa lujosa, una mujer joven y con curvas, un marido con dinero y que sea ciudadano.

Entonces, las relaciones se tornan pasajeras, se considera a la gente descartable, se experimenta con cualquier cosa que brinde éxtasis y “cualquier ideología te hace tambalear y caer”.

Monseñor dejó en claro que este tipo de fe no llena, no satisface, deja el corazón vacío.

Considera que la alegría que embarga a los salvadoreños y otros inmigrantes en esta fiesta patronal, no es solo por recordar el terruño (patria), se debe al deseo de que nuestro mundo participe en la transfiguración que tanto anhelamos y esperamos. “Es como una lámpara que sostenemos con fe antes de que amanezca mientras aguardamos con paciencia”.

Sobre su patria, El Salvador, monseñor comentó que celebra que haya más seguridad y que el turismo esté creciendo, pero alertó que no debe volverse como Las Vegas. Más bien hay que impulsar la agricultura y la producción de alimentos para que el país sea autosuficiente -dijo.

“Para llegar a la transfiguración, todo cambio empieza por nosotros”, dijo instando a un despertar de valores.

“Es el Divino Salvador del Mundo y estamos bajo su amor, su misericordia y su divina mirada”, dijo antes de pedir a Dios que bendiga a los presentes y al pueblo salvadoreño.

Fervor salvadoreño

Medio millar de fieles participaron en la procesión por los predios de la basílica, misa y posterior convivio en honor al patrono salvadoreño.

Como todos los participantes, el inmigrante Ricardo Durán caminaba en procesión, cantaba y ondeaba una pequeña bandera salvadoreña. “Soy ferviente devoto del Divino Salvador del Mundo, vengo a representar a mi país y porque me gusta servir”, confesó.

Contó que salió huyendo de El Salvador cuando tenía 16 años y en ese entonces Dios fue su apoyo en la odisea. “Le pedí al Divino Salvador que me sacara de allá, de la guerra civil, donde no se respetaban los derechos humanos, y pude llegar a Estados Unidos en 1982”.

Este parroquiano de la iglesia Santa Rosa de Lima de Gaithersburg, Maryland, desde hace una década forma parte del Comité Arquidiocesano del Divino Salvador del Mundo, que organiza la actividad anual.

“Tenemos que mostrarles a los hispanos que nuestra religiosidad no se tiene que perder”, añadió convencido de la importancia de conservarla a pesar de la distancia que nos separa de nuestros países y del tiempo que llevamos en EEUU.




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