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La tendencia de ver videos a mayor velocidad no es positiva: aclaraciones sobre el ‘speed-watching’

El speed-watching surge como adaptación a un contexto de sobrecarga y celeridad informativa. Foto/EFE/EPA/WU HAO

Se está haciendo frecuente la reproducción de videos o audios en redes a una velocidad mayor de la normal. Es una tendencia llamada speed-watching y cala sobre todo en la población más joven. Responde a la necesidad creciente de hacer eficiente el tiempo disponible, pero también, en muchas ocasiones, al miedo a perder el tiempo. Además, genera efectos negativos en la atención y en el aprendizaje.

El Hospital Quirónsalud San José, por medio de una nota de prensa, explica cómo el speed-watching surge como adaptación a un contexto de sobrecarga y celeridad informativa que «manifiesta los límites del cerebro», pues se expone a un consumo de información cada vez más rápido y exigente.

No obstante, también se asocia al FOMO (Fear of Missing Out o el miedo a perderse algo) o a la exigencia de estar constantemente actualizados.

La doctora Lucía Vidorreta Ballesteros, especialista en neurología y coordinadora de la Unidad de Migrañas del hospital, asegura que, “aunque pueda parecer eficiente”, este hábito tiene «implicaciones profundas para el procesamiento cognitivo, la atención y el aprendizaje”.

¿Cómo nos afecta el speed-watching?

Según consta en la nota de prensa, mantener la atención requiere un ritmo de presentación sosegado y pausado, de forma que cuando la información se recibe a un ritmo acelerado, aumenta la exigencia de novedad y, paralelamente, disminuye la habilidad para sostener la concentración.

Esta dinámica conduce a un procesamiento de la información «más superficial, donde se antepone la velocidad a la comprensión profunda».

El Hospital Quirónsalud San José cita diferentes estudios en los que se concluye que el aumento de la velocidad de reproducción afecta a la atención sostenida y a la capacidad de procesamiento de la información consumida.

Así, dentro del ámbito educativo, en donde se ha apreciado cierto auge del speed-watching, se ha comprobado que los jóvenes mantienen un nivel aceptable de comprensión al percibir el mensaje a una velocidad x1.5, pero se reduce considerablemente en velocidades superiores al x2.

La aceleración excesiva incrementa la carga cognitiva y disminuye los resultados en pruebas de memoria inmediata y de transferencia. Es decir, no mejora el aprendizaje ni la retención a largo plazo, sino que favorece la ilusión de eficiencia cognitiva.

Más notables son los efectos en los adultos mayores, donde se observa un déficit claro de memoria y de comprensión cuando se practica el speed-watching.

“Aunque reproducir vídeos a una velocidad ligeramente superior (por ejemplo, 1.25× o1.5×) puede ser útil en determinadas circunstancias, su uso constante y excesivo puede alterar negativamente funciones cognitivas esenciales como la atención sostenida, la concentración y la consolidación de la memoria”, incide Vidorreta.

Nuestras emociones y el speed-watching

Por otro lado, el speed-watching también puede afectar al comportamiento y la salud emocional. Puede generar frustración o ansiedad debido a la exposición prolongada a ritmos acelerados, reduciendo la tolerancia a la espera y la capacidad de disfrutar de los procedimientos largos y tranquilos.

Este tipo de consumo aumenta la búsqueda compulsiva de información y disminuye la satisfacción a pesar de consumir un contenido mayor, señala la nota de prensa.

Los expertos mencionados en el comunicado concluyen que para que el cerebro humano asimile la información de manera eficaz, necesita incorporar pausas, repeticiones y tiempo para la consolidación.

Al acelerar los contenidos, se eliminan estos tiempos naturales, lo que dificulta significativamente los procesos de aprendizaje y la consolidación de la memoria.



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