En el corazón del barrio latino de Mount Pleasant, cada tarde el sótano de la parroquia del Sagrado Corazón se convierte en un oasis de compasión para decenas de inmigrantes y personas sin hogar. Desde las 5:00 PM, un grupo de voluntarios —armados con platos calientes, palabras de aliento y una fe inquebrantable— recibe con los brazos abiertos a quienes llegan en busca de alimento y consuelo.
Son en su mayoría personas indocumentadas, desempleadas, solas o con dificultades económicas para llevar comida a la mesa. Aunque ingresan en silencio, en sus rostros se refleja el alivio de saber que, por una noche más, la Iglesia se hace presente.
El padre Emilio Biosca, párroco de la iglesia Sagrado Corazón, asegura que de lunes a sábado se sirven entre 80 y 100 cenas. “La doctrina social de la Iglesia nos recuerda que todos somos parte de una sola familia”, afirma el sacerdote franciscano. “Por eso respondemos con amor y fe. Pero también es cierto que necesitamos más apoyo como donaciones de fieles, empresarios e instituciones privadas para poder seguir brindando este servicio”.
El programa parroquial de comidas enfrenta el desafío económico constante de cubrir un presupuesto anual que supera los 50 mil dólares. Y con el alza persistente de los precios de los alimentos, la necesidad de recursos adicionales se vuelve cada vez más urgente.
Cómo ayudar
El padre Biosca invita a la comunidad a sumarse a esta misión solidaria. Quienes deseen colaborar pueden hacerlo de varias formas: visitando la parroquia (3211 Sacred Heart Way, NW, Washington, DC 20010), llamando al (202)234-8000 o escribiendo a accounting.sacredheart.dc@adw.org.
Llamada a la conciencia global
En su reciente mensaje ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el papa León XIV denunció la indiferencia ante el hambre en el mundo.
“Es triste, vergonzoso y doloroso comprobar que la tierra es capaz de producir alimentos suficientes para todos los seres humanos, y aun así millones siguen careciendo del pan nuestro de cada día”, señaló el pontífice en su misiva de julio pasado. “La tragedia constante del hambre no puede seguir siendo ignorada por los poderosos de este mundo”.
Haciéndose eco del mensaje papal, en una esquina de Washington, DC, lejos de los grandes foros internacionales, el Sagrado Corazón continúa demostrando que la solidaridad solo necesita manos dispuestas a servir a los que más lo necesitan.