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Escuchemos al Señor

El reverendo Martin Luther King (izq.) y San Óscar Romero (der.). Fotos/archivo de CNS y OSV News

La visión del Señor Jesús en toda su gloria en la transfiguración, evento que la Iglesia celebra a principios de agosto, es un misterio que realmente está más allá de nuestra comprensión. Por el contrario, lo que escucharon Pedro, Juan y Santiago, es inconfundible. “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”, dijo la voz de nuestro Padre celestial. Y la escritura que escuchamos hace apenas pocos días en la misa dominical también es clara: “Si ustedes escuchan hoy su voz, no endurezcan sus corazones”.

Cada uno de nosotros haría bien en preguntarse: ¿Hago yo eso? ¿Escucho yo al Señor? ¿Recibimos la Palabra de Dios en nuestros corazones y la incorporamos a nuestras vidas, bien que seamos humildes o que estemos en posiciones de poder y autoridad? ¿Prestamos atención a lo que la manifestación viva de Cristo en el mundo de hoy –la Iglesia– está proclamando y lo seguimos? ¿Apreciamos, personalmente, como pueblo o como nación, que todos somos hermanos y hermanas en una sola familia humana? ¿Nos cuidamos y amamos como Jesús nos ama? ¿Hacemos el bien y evitamos el mal, tratando a los demás con justicia, mientras trabajamos para salvaguardar la dignidad humana y promover el bien común?

¿O endurecemos nuestros corazones frente al amor, la bondad, la justicia y la paz a la que Jesús nos llama? ¿Resentimos o marginamos a otros o insultamos su inherente dignidad humana? ¿Somos indiferentes al sufrimiento de los demás o, peor aún, contribuimos nosotros con ese sufrimiento?

El mes de agosto nos ofrece dos ejemplos de personas que no solo pusieron la escucha a Jesús en el centro de sus ministerios, sino que hicieron de Su Palabra su misión para buscar acabar con la justicia y la brutalidad: San Óscar Romero, quien nació el 15 de agosto, Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, y el reverendo Dr. Martin Luther King, Jr., quien pronunció su histórico discurso “Yo Tengo un Sueño” en la Marcha de Washington en agosto de 1963.

“Escúchenlo”, instó san Oscar Romero. “Nuestro Salvador habla precisamente desde la miseria de la gente”, afirmó el santo arzobispo, y “Él tiene mucho que decir a quienes le miran con confianza durante momentos trágicos e inciertos”.

“Cristo transfigurado nos plantea un desafío permanente, el desafío de transfigurar a nuestro pueblo”, dijo san Óscar Romero a los fieles cristianos en esta festividad de 1979. Nuestra gran contribución como Iglesia, agregó san Romero, es promover a la persona humana. “Si la dignidad humana está siendo atacada en nuestra situación actual, es porque el Estado y quienes adoran ídolos han olvidado que lo más importante no son las deidades, sino los seres humanos. La Iglesia busca restaurar la dignidad de todas las personas”.

Ese desafío hoy incluye transfigurar la sociedad y los líderes públicos para que respeten la dignidad humana de los migrantes y refugiados, y qué lo dicho por ese hijo de El Salvador hace 45 años sobre las violaciones a los derechos humanos en su país, se aplique igualmente en nuestro país:

“A las autoridades, que tienen el sagrado deber de gobernar para el bien de todos, Cristo, el Rey de reyes y Señor de señores, hace un llamado al sentido de la verdad, de la justicia y del servicio sincero al pueblo”. En particular, los funcionarios públicos deben “poner fin a la intimidación” de las personas y “terminar con la trágica situación de confrontación”. En su lugar, San Óscar dijo que el gobierno debe utilizar su poder para garantizar un Estado en el que se defiendan la justicia y la paz y se respete el ejercicio de los derechos fundamentales de cada persona.

Igualmente, he apelado a la conciencia de líderes y agentes gubernamentales en muchas ocasiones durante los meses recientes. Ahora quisiera decir algunas palabras sobre cómo transformarnos para semejarnos más a Jesucristo.

A la vez que los migrantes y refugiados son marginados y maltratados, recordamos que no están solos para enfrentar sus dificultades. Tras siglos de esclavitud, generaciones de afroamericanos en este país soportaron la inhumanidad de la segregación y la discriminación racial, la violación de sus derechos humanos fundamentales y la violencia ejercida por la crueldad de los funcionarios gubernamentales y la cultura. Durante la lucha por los derechos civiles, el Dr. King y otros defensores de la justicia también sufrieron encarcelamientos, manguerazos, perros salvajes y ataques con palos por parte de la policía.

Sería entendible, que tal como usualmente sucede a nivel mundial, que aquellos que han sufrido tanto respondieran con violencia, pero San Óscar y el Dr. King coincidieron al instar, en cambio, a seguir el camino de Jesucristo, quien no solo dijo “ama a tu prójimo”, sino también “ama a tus enemigos” y “reza por tus detractores”. Dado que actualmente la comunidad inmigrante enfrenta innumerables dificultades, el mensaje de Jesús de amor como camino hacia la justicia es el camino que también nosotros debemos seguir.

“Los hombres deben comprender que la fuerza engendra fuerza, el odio engendra odio, la tenacidad engendra tenacidad. Y todo es una espiral descendente que finalmente desemboca en la destrucción de todos y cada uno de nosotros”, dijo el Dr. King.

El odio “es aún más trágico, más destructivo y dañino para quien odia. Es un cáncer que corroe el centro mismo de tu vida y de tu existencia”.

Si sucumbimos a la represalia del "ojo por ojo" en respuesta a las injusticias impuestas a migrantes y refugiados, esto solo terminará peor. En cambio, "alguien debe tener la sensatez y la moral suficientes para cortar la cadena del odio y la cadena del mal en el universo”. Y eso se hace por amor, aunque estés siendo marginado, como dijo el Dr. King, es con ese tipo de amor que no guarda resentimientos y busca el bien del otro, incluso del opresor.

Como ven, “el amor tiene en sí un poder redentor. Y hay un poder ahí que eventualmente transforma a las personas”, explicó el Dr. King, y “mediante el poder de este amor, en algún lugar, los hombres más recalcitrantes serán transformados. Y entonces estaremos en el Reino de Dios”.

Sí, debemos escuchar a Jesús porque el camino de Jesús es el único. El Dr. King tenía razón al decir que “es el amor lo que salvará nuestro mundo y nuestra civilización”. Puede que no sea fácil y que lleve tiempo, pero es la única manera de hacer realidad el sueño del que habló en su discurso de 1963 en el Monumento a Lincoln -un sueño por el que todos deberíamos trabajar para transformar “las discordantes melodías de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad… Si Estados Unidos ha de ser una gran nación, esto debe hacerse realidad”.



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