Para que exista una sociedad igualitaria es fundamental que existan lazos más fuertes entre sus ciudadanos; que incluya además al fenómeno migratorio que, hoy, presenta una inocultable dimensión transnacional. Ergo, se necesita más cooperación internacional, en lugar de construir muros que a nada conducen. Otra realidad insoslayable: el cambio climático exacerba aún más la migración, como una olla a presión, lo que puede provocar en algún momento una reacción adversa. Abordar el tema con seriedad debería pasar por gravar a los que más emiten carbono para que reduzcan sus emisiones y paguen a los que no puedan a reducir las suyas, lo que se descontaría de su propia cuota. En los últimos 200 años, Estados Unidos y Europa Occidental han acumulado el 60 ó 70 por ciento de las emisiones teniendo menos del 20 por ciento de la población mundial. Si incluimos a China y Rusia las emisiones acumuladas serían del 80 ó 90 por ciento, con menos del 40 por ciento de la población mundial. Muchos países creen que por tener menos habitantes deben seguir contaminando en alusión a China, donde -y aquí cambia la ecuación- viven más de mil millones de personas. Vale decir, debemos fijarnos en los niveles de emisión per cápita, amén de gravar a los más ricos y a las más grandes multinacionales estén donde estén.
Todos tenemos el derecho a imaginar un mejor sistema. Mas, la estrategia actual de sembrar miedo y terror persiguiendo a las familias migrantes indocumentadas - estigmatizándolas como criminales- con el fin de que se ‘autodeporten’, compele a preguntarnos: ¿Es esa la única idea que se nos ha ocurrido como ‘personas civilizadas’ para disuadir a que nadie más cruce la frontera? La ausencia de ideas a dado pie a un discurso nativista que culpabiliza de todos los males que nos aquejan a los migrantes y a la apertura excesiva de la frontera. Situación que pasa por alto una verdad de perogrullo: toda riqueza es una creación colectiva y no un logro individual. ¿Por qué? Esa es la manera de cultivar comunidad: sentir y creer que somos parte de un proyecto común, que somos dependientes y responsables unos de otros y, para ello, necesitamos crear instituciones en la sociedad civil que nos recuerden esa comunidad, eso que compartimos juntos. Que se pueden dar en espacios públicos que reúnan a personas de distintos orígenes sociales que cultiven una conciencia de responsabilidad mutua y de pertenencia.
El ‘temor a la imagen del otro’ -tan vieja como la historia misma- es el fruto de una falta de diálogo, y su ausencia ha deshumanizado de una manera cruel el tema de la inmigración. Tenemos la posibilidad de hacer la diferencia acogiendo a quienes buscan ayuda hoy y esperanza para el mañana. Y lo hacemos porque creemos que podemos ayudar a la gente, sobre todo, al que lo ha perdido todo; para que ese ser humano tenga la gran oportunidad de empezar de nuevo, si se le permite hacerlo. Sí a la globalización con rostro humano, donde los inmigrantes y refugiados no sean meras estadísticas, sino seres humanos que esperan una mano amiga que les ayude a caminar con certeza en un ambiente hostil y donde no encuentran una cálida bienvenida. Nadie desea ser un indocumentado. Lo cierto es que las personas no están violando la ley; por el contrario, es la ley la que les está destrozando sus vidas.
Colofón: los ideales de igualdad y oportunidad no solo son la piedra fundacional de nuestro país, sino, también, la espina dorsal de lo que significa ser
americano e implica, más allá de nuestros deberes y derechos ciudadanos, compartir fundamentalmente los ideales de igualdad y oportunidad para todos.