En medio del miedo y la confusión que enfrentan los inmigrantes en Estados Unidos, los católicos que les prestan asistencia ven signos de esperanza y lo celebraron durante el Jubileo de los Migrantes.
"Encuentro signos de esperanza tanto en las personas que llegan como en aquellos de nosotros que las recibimos; las personas que llegan... es increíble los retos a los que se enfrentan y que les esperan", dijo la hermana Verónica Méndez, miembro de las Hermanas de Nuestra Señora de la Doctrina Cristiana, que trabaja en el condado de Rockland, Nueva York.
La hermana Méndez fue una de las 98 participantes en una peregrinación de la esperanza organizada por el National Catholic Council for Hispanic Ministry (NCCHM) con motivo del Jubileo de los Migrantes, celebrado los días 4 y 5 de octubre en Roma.
"No era una esperanza fácil. El Papa Francisco nos enseñó que la esperanza es un don y un deber", dijo Dylan Corbett, director ejecutivo del Hope Border Institute de El Paso, Texas, al grupo el 3 de octubre.
"Y nos dijo que teníamos que recuperar y organizar la Esperanza" y esto no puede ser solo palabras vacías o frases hechas, añadió Corbett. "Como Iglesia nos toca organizar muy concretamente la esperanza. Eso tiene que traducirse a nivel de la base, es la esencia del trabajo pastoral".
La hermana Méndez dijo que, además de que los migrantes son signos de esperanza por su fe inquebrantable y su determinación de construir una vida mejor para sus familias, ella ve signos de esperanza en los feligreses que se acercan para ayudar.
En su comunidad, dijo, la mayoría de los migrantes provienen de Ecuador. Antes de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comenzara sus redadas migratorias masivas, la parroquia local recibía a 100 personas en el banco de alimentos los sábados por la mañana. Ahora, dijo, son 20 o 25 personas.
Pero los feligreses preparan bolsas de comida para que la hermana Méndez las entregue a las familias que temen salir de sus casas o reunirse en lugares conocidos como puntos de encuentro para migrantes.
El obispo auxiliar Evelio Menjívar-Ayala, de Washington, quien nació en El Salvador y llegó a Estados Unidos en el maletero de un coche en 1990, se convirtió en ciudadano estadounidense en 2006 y en obispo en 2022.
Cuando llegó el momento de elegir un lema episcopal, dijo al grupo: "Fue una frase que vino a mi mente y en mi corazón" y esa fue una frase de la historia de los discípulos en el camino a Emaús, en Lucas 24: "Caminaba con ellos".
En la historia del Evangelio, los discípulos se alejan de Jerusalén tras la crucifixión de Jesús.
Caminaban con tristeza, con desesperación, tras la pérdida de su maestro, dijo. "Regresaban sin esperanza, tristes", dijo, tanto que no reconocían a Jesús, que se les unió en ese camino. Pero al escuchar hablar a este extraño, cuando Jesús comienza a explicarle las Escrituras, su corazón comienza a latir y empieza a llenarse de una nueva esperanza".
"Entonces, esa tiene que ser la invitación de la iglesia, de los discípulos de Jesús, a los extranjeros, a los peregrinos, a los inmigrantes. Quédate con nosotros que la noche está cayendo. Y esto se hace aún más necesario, hoy que vemos que la noche del miedo, la noche de la incertidumbre, la noche de no saber hacia dónde va el camino", dijo el obispo. Allí es cuándo la Iglesia, como cuerpo de Cristo, debe caminar con ellos.
"La iglesia tiene que ser esa comunidad de discípulos que practica la hospitalidad radical --abrirle la casa a un extranjero y partir el pan y ofrecerle la amistad", dijo.
El padre jesuita Allan Figueroa Deck, profesor de teología y estudios latinos en la Universidad Loyola Marymount de Los Ángeles, dijo al grupo que los migrantes son una bendición, porque aportan mucho, incluyendo su fuerte ética de trabajo, un sentido de la familia y una fe profunda y activa.
"Podríamos agregar otras cualidades, pero el punto es que realmente en deshacerse de estos inmigrantes, este país realmente está deshaciéndose de personas que vienen para contribuir algo muy grande y para mejorar este país, no perjudicar este país", afirmó.
Carmen Ramos, directora de Renovación en la Universidad Marian de Indianápolis, dijo que "en una época en la que hay polarización y división", ve esperanza en el "anhelo de conexión y unidad" de las personas.
Parte del programa Renovación consiste en un esfuerzo por tender puentes entre diferentes comunidades, incluidas las comunidades culturales y étnicas, en una parroquia, dijo. "Como católicos, ahora más que nunca tenemos una gran oportunidad de aprender a caminar juntos y empezar por casa, porque tenemos comunidades en las que, como saben, la gente a veces comparte un espacio, pero en realidad no se habla ni interactúa".
Andrew Mercado, director del ministerio de la Universidad Dominicana en River Forest, Illinois, dijo que encuentra signos de esperanza en el trabajo que su universidad y las universidades católicas de todo el país están realizando para acoger y educar a los migrantes y a los hijos de los migrantes.
Lamentablemente, dijo, muchos de esos estudiantes tienen miedo de asistir a clase ahora, por temor a que los agentes de inmigración los detengan de camino a la escuela.
El padre Alejandro López Cardinale, párroco de la parroquia de San Benito en Somerville, Massachusetts, dijo que su parroquia es en su mayoría salvadoreña, de primera, segunda y tercera generación. Pero una Misa dominical que solía atraer a 1.000 personas ahora atrae a 500 debido al miedo. Hasta ahora, dijo, "cinco familias han sido separadas"porque la madre o el padre han sido detenidos o deportados.
Una señal de esperanza, dijo, es el número de salvadoreños de segunda y tercera generación que estudian política o derecho. "Saben que la única manera de cambiar las cosas es cambiar a las personas que están en la Cámara de Representantes o en el Senado, así que veo esperanza en ellos, porque quieren tener un mayor impacto".